Si Belle & Sebastian fueran un libro, serían alguno escrito por Salinger. Así siempre me han sonado. O quizá algo tenga que ver que, cuando escuché por primera vez The Life Pursuit, en mi mochila se encontraba un ejemplar de The Catcher in the Rye. El libro, como a millares de adolescentes en el mundo, significó algo particular para la cosmovisión que apenas estaba entretejiendo. Quien se haya encontrado frente a frente con el Holden Caulfield literario, no me dejará mentir en que, sin lugar a dudas, es el personaje definitivo para la etapa en la que ya no eres un niño, pero tampoco eres un adulto. Es cuando en verdad empiezas a notar que las transiciones y la vida en general, son más complicadas de lo que aparentan. Encontrar ahí, algo con lo que te identificas, es fundamental. A muchos de mi generación les pasó algo similar con bandas de la oleada emo, por ejemplo, pero en mi caso, los escoceses significaron la plena identificación. A partir de entonces, la voz de Stuart Murdoch me acompañó durante muchas más noches de las que podría recordar. https://www.youtube.com/watch?v=H53_EUJsZy8
Imaginen estar muy, muy cansados. Y no cansados como en un lunes después de dos días de farra. Cansados con dolores en las articulaciones, la cabeza a reventar, la garganta seca y un agotamiento mental que hasta al más estoico, tumbaría en la cama. Así vivió Stuart durante algún tiempo, en el limbo entre la cordura y el desquicio por el síndrome de fatiga crónica que padece. Y aunque los estragos del pasado parecen haber quedado ahí, enterrados en lo más profundo, la catarsis bien puede venir por medio de una gran obra de arte. Así es como empieza el Girls in Peacetime Want to Dance, con el relato honesto y emocional de los años oscuros de Murdoch que lleva por título “Nobody’s Empire”.
Después de 9 discos, las reinvenciones se convierten en constantes. A menos que seas una banda instrumental, se hace imposible que una voz diste lo suficiente para darle otro matiz a un disco. Es así que, en cuanto empieza “Allie” podrías estar divagando en un lado B del The Boy With the Arab Strap, o en alguna canción no terminada para el Write About Love. Así es el estilo de Belle & Sebastian. A veces son jovialmente deprimentes. A veces son lúgubremente festivos. Son como las risas que llegan en lugar de un llanto, cuando todo es tan confuso que lo único que queda es estar lo mejor posible. Porque su música parece sacada del soundtrack de la película que nadie conoce, pero que cuenta exactamente la historia de tu vida.
Tus desencuentros, tus anhelos. Las fiestas. Es ahí cuando entran “The Party Line” o “Enter Sylvia Plath”. No todo en la vida es introspección. Se permiten unos instantes, unos minutos que se pueden convertir en eterno descontrol. Uno de los cortes que ya habíamos escuchado de Belle & Sebastian y que en el sprint final del año pasado se repetía constantemente en los altavoces. Para que vean que, a pesar de que todo es una constante, la delgada línea entre lo habitual y la aventura se puede desdibujar y abarcar, por lo menos, un nuevo terreno de lo ya conocido. El componente electrónico, tan misterioso en los acordes de los de Glasgow, pero a la vez, según el propio Stuart, la misma portada da algunos indicios de ello, con su arte que algo de ciencia ficción y futurismo tiene.
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De repente, lo que comenzó como hojas de un libro, se vuelve un programa de televisión. Eurovisión. Murdoch ha dicho que quería que una canción sonara como los temas de introducción del programa televisivo más antiguo del mundo. Y lo logra. El oído pop bien cultivado por años de escuchar a Blondie, ABBA o Depeche Mode, logró que la incursión electrónica de Belle & Sebastian siguiera llevando su sello particular, adaptado de manera magistral al nuevo capítulo de su historia. 20 años después de que debutaran, los escoceses ahuyentaron (casi) todas las nubes grises de Glasgow y se refugiaron en una fiesta casera, en la que bien puedes encontrar las páginas de un diario que creías desaparecido, como la canción con la que besarás por primera vez al ser humano que encuentras más maravilloso.
En Girls in Peacetime Want to Dance, Stuart Murdoch parece mostrarse menos actor, y se pone más como un observador —. Un cronista de las cosas que vivió y de las que vive. Las críticas a las cosas efímeras, a la fachada humana que muchos presentan o a algunos políticos, cualquiera que sea el tema al que se refiere, lo importante es la vigencia. Dos décadas después y Belle & Sebastian es relevante.
Funk, pop, indie, arreglos orquestales y sintetizadores. La fórmula que tan bien les funcionó en álbumes pasados sigue ahí, en las letras, en las notas, en la portada del disco, pero ahora hay un vuelco en la historia. Quizá ya no son un libro de Salinger. Ya quedaría obsoleto. Podrían estar dentro de la mente de Chbosky, quien a su vez tomó inspiración del autor de “A Perfect Day For Bananafish”, pero le imprimió un toque mucho más contemporáneo. Así, quizá, Belle & Sebastian han ido mutando, adaptando lo más cool de la industria, pero sin traicionar su espíritu de introspección… por lo que seguramente, las noches acompañado de la voz de Murdoch continuarán por muchos años y ahora, afortunadamente, con nuevos temas.
El disco físico del extracto lo pueden encontrar en la Roma Records, que se encuentra en Álvaro Obregón 200, Colonia Roma. Para más información visiten su sitio web: laromarecords.com
Por Alan Luna (@AlanisMoon)