#FIAC20 Relax Now! La ligereza hipermoderna y la aniquilacion del flâneur
Vivimos en una era hipermoderna-capitalista donde nada ni nadie se escapa a la sombra de la productividad. El tiempo es un bien insustituible que produce enormes dividendos a los pocos afortunados, dueños de los medios de producción rapaz. La ligereza (Lipovetsky dixit) que se pregona a diestra y siniestra por el primer mundo, se desmadeja en hebras interminables de miedo y zozobra. Pantallas por doquier que controlan el mínimo movimiento de sus usuarios, la sociedad del cansancio (Byung-Chul Han), irónicamente, es la más competitiva. Un diálogo que pasó desapercibido en Wonder Woman (2017, Patty Jenkins), y que podría interpretarse como una sutil crítica a nuestro desenfrenado mundo, se dio cuando Diana Prince (Gal Gadot) mira sorprendida el reloj de Steve Trevor (Chris Pine):
-¿Qué es eso?
-¿Esto? ¡Ahh, es un reloj! Sirve para medir el tiempo, para dar la hora.
-Así que permites que esa pequeña caja te diga qué hacer.
Por qué sale a colación este ejemplo, externará el incrédulo lector, la respuesta se encuentra en la puesta en escena Relax Now! de la compañía de teatro experimental Spielraum Kollektiv, evento que se llevó a cabo el sábado 4 de noviembre en el teatro María Grever. Este performance aborda de una manera ágil y coreográfica el ritmo frenético de la vida de las megalópolis posmodernistas (Berlín, Londres, Praga, etcétera), atrás quedaron las viejas glorias del paseante sin rumbo (flâneur) que se regodeaba caminando a sus anchas y sin destino fijo dentro de la ciudad. Por su parte, los futuristas exaltaron la potencia del motor; en la modernidad, Paul Virilio se encargó de enaltecer la violencia irrefrenable con la que las sociedades modernas se desenvuelven en todos los espacios.
https://www.youtube.com/watch?v=S_LuyJNNjQI
Velocidad, refresh, actualizaciones, notificaciones, alarmas. Pantallas aquí, pantallas allá, estar trendy, selfies omnipresentes, estar actualizado es lo de hoy. El colectivo, oriundo de la República Checa y compuesto por tres féminas y un chico, suelta un gancho al hígado del mundo hipermoderno, donde la velocidad es la supuesta e incipiente piedra angular del desarrollo de los pueblos y los individuos.
¿Cuándo dejamos de habitar los espacios para convertirnos en maratonistas de la vida? No hay una respuesta clara. Sin embargo, la puesta en escena, sobria pero efectiva, se hace valer de recursos audiovisuales y de coreografías que imitan la prisa de hombres y mujeres que corren por recovecos, andenes y plazas.
Monólogos llenos de humor negro, coreografías y danzas trepidantes, sorprende el uso del cuerpo como herramienta que ejemplifica el vertiginoso modo de vida en las grandes urbes. El sosiego, el silencio y la quietud, se encuentran en la estantería de los bienes y servicios, pocos son los privilegiados que consiguen un mínimo temporal de paz (situación que los intérpretes también saben explotar y nos enseñan que ni lejos del mundanal ruido se consigue alejar el fantasma de la premura).
Performance intenso, satírico, hilarante y bien montado que nos muestra en un espejo el rostro de una sociedad que ama locamente la adrenalina, la rapidez y el pandemonium que pregona el evangelio de la velocidad. Bienvenidos al desierto de la realidad, donde el caminante que goza del espacio y la gente se encuentra en peligro de extinción.