Españoles, el rey ha abdicado. Fatigado, cabizbajo, plañidero. Los ojos cristalinos e inyectados de sangre, y desazón. La melena empapada, enmarañada. La lluvia hizo más triste (o más épica, según se vea) la noche de Salvador, como una batalla perdida en el Flandes. Los presagios de Johannesburgo fueron los deMüsnter. Holanda redentora. Y la España que no fue ni furia, ni roja, si es que algo queda de ello. El rey claudicó. Escondido bajo su corona, su capa de terciopelo y sus oropeles. Apenas asoma, apenado. Quizá aún pueda proclamar insurrección y ose recuperar el trono. Debe hacerlo. De contrario, será más que una noche aciaga; el fin de la monarquía. Van Gaal diseñó una caja fuerte y España apenas si pudo descifrar la contraseña. Al menos en principio. Del Bosque retocó el ideario y colocó a Costa en punta, con calzador, dicho sea de paso. Su presencia justificaba los temores de Van Gaal. Quizá exagerados. Costa no cabe. Quizá fue alineado por buena voluntad; jugar en Mundial a una centena de kilómetros del primer hogar es carnada sentimentalista, y más para Del Bosque. Sí, seguro eso fue. Costa camina en una habitación oscura; tropieza con los muebles, se gira y derrama el tinto de La Rioja, resbala con el brebaje esparcido, se levanta y vuelve a resbalar. Y así, en bucle. Una calamidad, pues. Como una calamidad fue la retaguardia oranje: ni Martins Indi, ni Vlaarconseguían morder el polvo que dejaba Andrés Iniesta, dueño del cuero, los tiempos y la fantasía. Pasó penurias Holanda, en efecto. Hipnotizado a ratos por los trazos de Silva, Iniesta y Alonso. El toqueteo llegó hasta Costa (milagro), cuyos pies se hicieron agua. Rizzoli compró y Xabi Alonso golpeó esquinado a la red. Puño cerrado. Como si fuera poco. Quizá presentía algo.
Holanda absorbió la fuerza del golpe. Desenfundó la espada y se desató la coraza.Blind sacó el arco y flecha y Van Persie cazó; hombre bala. Robin al rescate. La perla cayó tras las espaldas de Casillas. La rebelión había iniciado. Prosiguió el asalto a la corona. Holanda fue un ciclón. Robben danzó a Piqué y venció aCasillas. España entró en pánico; lo usual cuando se sabe asediado. Xavi entró en modo slow motion. No absuelto del trauma, Robben y Van Persie continuaron el festín. De Vrij aprovechó, de refilón, la excursión de Casillas al encantadorPelourinho de Salvador de Bahía. Van Persie asaltó a ‘El Santo’ (muy maldito hoy) y Robben descuartizó las redes poco antes de que su colosal bolea hiciera borbotar el Océano Atlántico. Un brochazo firmado por Vermeer. Bellísimo. Hay noticias desde los plantíos de Valencia: la naranja dejará de ser cultivada; saben ya muy agrias (o muy dulces, según se vea).
España sobrevivió al golpe de Estado de Gelson Rodrigues en Durban. No a la Rendición de Breda, cuyo segundo capítulo se reprodujo en Salvador de Bahía: Robben, imperial, hizo de Federico Enrique de Orange-Nassau. Ahora, al vetusto imperio, su corona robada le obliga a aventurarse a un ‘turbio laberinto de estrellas ahumadas”. García Lorca lo escribió: el laberinto enreda la ilusión casi marchita. Quizá sea el epitafio del rey.