Entrevista a un no político; Mikel Arriola en exclusiva para 90.9
Todo comenzó cuando en el chat de 90.9, Isabel Hernández convocó para entrevistar a los aspirantes al gobierno de la Cd. de México y la regla fue que el candidato sería elegido por sorteo. Pensé lo que podría preguntarles sin el prejuicio de saber cuál era su partido y para eso el factor común es que todos pertenecen a la misma clase, la política y desde esa premisa, las preguntas podrían ser para cualquiera. En suerte por papelito en caja me tocó Mikel Arriola.
Edité un poco pero me fui por el plan original: Credibilidad, corrupción, drogas, empleo, modelo de democracia. La agenda era exposición a las 12 hrs y entrevista 12.30. Al arribar el candidato del PRI lo esperaban gritos comparsas que coreaban ¡Mikel! ¡Mikel! y algunos -todavía pocos- ¡La Ibero no te quiere! Llegó con una chamarra beisbolera de la UIA que al parecer algún alumno le regaló, mala elección, pero ya no se la podría quitar, fue estoico, sabía que iba al sacrificio. No estuvo lejos de cancelarse la entrevista dada la hostilidad que se desató en su contra en cuanto terminó su exposición. Afuera del auditorio ondeaban varias pancartas, me llamó la atención una que decía “tolerancia no es inclusión”. De acuerdo.
Después de escuchar su discurso lo esperé en “La Sala de Meditación”, lugar de la entrevista, pero desde que terminó su presentación los gritos ofensivos en su contra aumentaron en número e intensidad, ¡fuera Mikel! ¡La Ibero no te quiere! Su trayecto desde el Auditorio al “Salón de Meditación” fue un viacrucis. Pensé que no llegaría. Lo recibí por fin y noté que desde su desconcierto, al entrar al salón sintió cierto consuelo.
Sin salirme del guión y la intención, empecé a platicarle la historia del porqué estaba yo ahí, alargué un poco para dar tiempo a que se tranquilizara, difícil, no había ningún respeto hacia él, sin embargo lo sentí más relajado. Excepto por algunos lapsos, los gritos nunca cesaron y en algunos momentos de la entrevista, lo noté más preocupado por su salida que por su respuesta.
Ante la pregunta de su credibilidad como representante de la clase política, respondió tajante “yo no soy político” y argumentó un exitoso desempeño como servidor público como parte de su capital.
Al hablar del tema de corrupción aceptó que una equivocada asignación de recursos como por ejemplo poner un tope y no tapar un bache es efectivamente corrupción. Era mi intención evidenciar a cualquiera de los candidatos apostando por su desconocimiento acerca del verdadero problema de las drogas en la ciudad y no me costó mucho trabajo hacerlo, le pregunté cuál en su opinión es la droga más letal y dañina para la niñez y juventud capitalina y tras pensar un poco respondió ¿la heroína? Tuve oportunidad de señalarle que eran los inhalantes y que por lo mismo cualquier tienda, tlapalería o supermercado se convierten entonces narcotiendas, ¿qué piensa usted de eso? “Hay que aplicar la ley”, respondió en forma escueta e hizo gala de su ignorancia en el tema al afirmar que es penoso ver a los adictos bajo los puentes y que “normalmente son hijos de gente que viene del campo”.
Sin comentarios. El ambiente tenso, pesado, el acoso no cesó y los estudiantes no dieron tregua. Ante esto decidí interrogarlo acerca de lo que piensa del sistema democrático en un país en el que el voto es fácilmente negociado y su respuesta fue que éste modelo de democracia es el mejor sistema político hasta ahora y que otra propuesta podría ser peligrosa.
Tenía ligada la secuencia de los temas con el tema del empleo pero ya no fue posible. Con la intención de que la despedida fuera amable entre tanta hostilidad, pregunté por su visión de la Ciudad de México seis años después de una hipotética victoria y como era de esperarse su respuesta podría haber sido la de cualquiera. Al final de cuentas, todos desde la palestra son políticos, aunque no lo sean.