Por Chelita
Cuando se destapa una botella de champagne el ¡plop! al abrirla es contundente. Lo mismo sucede con el cuarto disco de The White Stripes, llamado Elephant. Con él, se creó un himno de un solo y primer puñetazo: “Seven Nation Army” era el ¡plop! de este álbum. La guitarra con complejo de bajo destapó las efervescentes notas que se dispone uno a degustar.
Las ambiciones musicales de la banda eran claras, el disco fue grabado de manera análoga y en tan sólo dos semanas -a excepción de “Well It's True That We Love One Another”-. Sonoramente, la soltura de Meg en la batería y la delirante guitarra de Jack, los complementa como el yin y el yang del rock. Estéticamente, la portada está inmersa en simbolismos bajo tres colores y detalles que varían entre ediciones. Extravagancia pura.
Aquí lo mismo se encuentra un perfecto coro que un soberbio cover de “I Just Don't What to Do With Myself”, o un riff distorsionado, una voz a la que poco le importa sonar afinada, o un exquisito blues donde se pronuncia: “Come to me again in the cold, cold night”.
Ésos son los momentos que hacen de Elephant, la representación perfecta del hartazgo en una relación, rupturas, crisis, necesidades; todo en 14 golpes de personalidad, actitud y altas dosis de furiosos riffs. Un disco imprescindible con el que a una década de su salida, las notas siguen haciendo eco en muchos oídos.