‘El triste’ que ganó todo al perder: adiós al “Príncipe de la Canción”
El próximo 15 de marzo de 2020 se cumplirá medio siglo de aquella emotiva escena que marcó la historia musical y de la cultura popular en México.
También era un 15 de marzo, pero de 1970. Casi 50 años atrás. La voz de la mujer en típico peinado setentero que hoy nos recordaría a Marge en “Los Simpson”, fue el preludio —aún antes de iniciar a cantar—, de las voces encendidas y las flores cayendo sobre el que cantante de vida complicada por su celebridad y el acceso que le dio la fama a las drogas y acentuó su alcoholismo hasta llegar a estar “al servicio de la botella”, sin dinero en los bolsillos y pidiendo a sus amigos el periodista Ricardo Rocha y la productora Tina Galindo: “déjenme morir”, como ellos mismos, los tres, contaron. No sería el primero ni el último y sería prejuicioso juzgar.
El Teatro Ferrocarrilero, aún en funcionamiento hoy día, fue el escenario del II Festival de la Canción Latinoamericana, antecedente del Festival OTI, donde el intérprete mexicano José José (1948-2019) dio una sublime interpretación de uno de sus temas más célebres a lo largo de su carrera: “El triste”, letra de uno de los más activos y reconocidos compositores de la época, Roberto Cantoral, quien contó alguna vez que escribió esa canción durante un vuelo de regreso a México, para asistir al funeral de su hermano. Los arreglos para esta canción estuvieron a cargo de “Chucho” Ferrer, también con trabajo reconocido en aquellos años.
Boquiabierto, un Marco Antonio Muñiz, considerado casi como la mejor voz de México hasta entonces por aquellos años, junto con el público asistente y otras celebridades de la época como Angélica María y Aberto Vázquez, celebró con su expresión pasmosa la voz y la interpretación del “Príncipe de la Canción”, a quien no dejaron de caerle flores encima hasta su salida del escenario, donde lo abrazaron organizadores y otros intérpretes como Carlos Lico, también otra voz destacada de la época.
José Rómulo Sosa Ortiz no ganó ese festival. El primer lugar lo obtuvo la cantante brasileña Claudia con “Cançao de Amor e Paz”. Pero el “Príncipe de la Canción”, José José, quien había iniciado profesionalmente su carrera en 1965 bajo influencia del gen de sus padres: Margarita Ortiz, su madre, fue concertista de piano, y su padre, quien también enfrentó las consecuencias del alcoholismo, José Sosa Esquivel, cantaba ópera, triunfó aquel día con la derrota. Su intepretación magistral catapultó en gran medida su éxito musical posterior, pese a las vicisitudes personales.
Lejos estaban aún los días en que dormiría en un auto sin dinero y tendría ganas de morir. Le faltaba hacer un registro interpretativo que se convirtió en acervo de la música en español y un referente de cultura popular que ha traspasado generaciones y lo seguirá haciendo, no en vano los tributos de músicos y bandas más jóvenes que siguen mirando hacia su legado.
Lejos los días en que recordaría cómo se sobrepuso a sus peores días… Y cómo lucharía para no morir, después de haberlo deseado, a un cáncer de páncreas.
Lejos esos días en que, aunque la vida ya le había arrancado paulatinamente esa voz privilegiada, viviría satisfecho de haberse convertido en una especie de “dispositivo amigo”, decía él, que podía estar al lado de quien lo escuchara, para llorar, reír, sentir nostalgia profunda, cantar… Cantar la vida.
Ese “triste” cumplirá medio siglo...
Aunque “El Príncipe de la Canción” ya no lo verá.
