El poder de la luz en la obra de Robert Ryman, exposición en el Museo Jumex

La obra pictórica de Robert Ryman habla de la luz, más allá de la cuestión cromática y el minimalismo pictórico, esta se manifiesta como experiencia reveladora. El Museo Jumex presenta la obra de Ryman por primera vez en México y hasta el 30 de abril. Una muestra organizada por Dia Art Foundation y curada por Courtney J. Martin, en donde se reúnen cinco décadas de trabajo en 24 piezas pictóricas que presentan la evolución de este artista autodidacta.

Originalmente Robert Ryman (Tennessee 1930) buscaba tener una carrera como saxofonista de jazz. Tras cumplir con su servicio militar y mudarse a Nueva York para desarrollar su carrera como músico, Ryman  comenzó a trabajar como guardia en el Museum of Modern Art en 1953, teniendo acceso a las obras de los grandes coloristas como Picasso, Matisse o Cézanne. El MOMA no sólo fue el lugar donde se instruyó sobre historia del arte sino que fue determinante como inspiración para experimentar con la pintura, llevándolo a cambiar la música por la plástica.

Sus primeros trabajos son pequeños formatos llenos de color. Una de sus primeras obras, To Gertrud Mellon, se presentó por primera vez en 1958 en la exposición colectiva de obras hechas por empleados del MOMA, en ella se distingue el estudio del color; áreas de color verde, negro y blanco se superponen evidenciando el juego de la pincelada.

To Gertrude Mellon, 1958.

Si bien la exposición es una retrospectiva, la disposición de las piezas no se presenta en orden cronológico sino como diálogo entre ellas, los pequeños formatos confrontan a las grandes piezas y los estudios de color se convierten en variaciones de blancos evidenciando los distintos periodos en los que Ryman jugaba con los materiales.  

Ryman utilizaba distintos polímeros y superficies, su paso del papel al lienzo y posteriormente al aluminio denotan la constante necesidad de jugar con las superficies y explotar la capacidad de los materiales, llevándolo a intentar borrar los límites de sus pinturas y el soporte. En este sentido nos encontramos con obras cada vez más planas que parecen fusionarse con la pared suponiendo un desafío a la hora de montarlas, como el caso de Arista (1968), obra que ha sido instalada en sólo cuatro ocasiones puesto que debe ser engrapada sobre la pared, para ello se colocan las grapas en el mismo lugar que la primera vez y se demarca la pieza por líneas de gis azul, lo que extiende la pintura hacia el muro y rompe con la visión de espacio y profundidad.

Arista 1968

Más allá del aspecto filosófico, la obra de Ryman es sobre la luz, por algo, a primera vista, todas sus obras abundan en matices de blanco, pero en realidad el blanco es el color que resulta después de un cuidadoso ensayo de colores. Azules, amarillo y verdes se funden en primeras capas sobre las cuales el blanco incide en diferentes gradaciones, los colores en capas esconden y modifican el exterior construyendo la pintura en densidad y superficie.

Untitled, ca.1960

En esta vibración de tonalidades, las paredes blancas compiten con los colores de las obras. Es paradójico que en esta incansable búsqueda de los efectos de la luz todas las obras hayan sido producidas bajo luz artificial, pues el estudio de Ryman no tenía ventanas.

Prototype, 1960

En las obras encontramos vibraciones y ritmo, el reflejo de la luz y el resultado de los colores contrastan pinceladas marcadas con mayor o menor rapidez a la vez que cargadas con más o menos pigmento, proporcionando texturas y sombras que se manifiestan con la incidencia de la luz natural creando una experiencia activa a la hora de aproximarse a las obras.

La exposición Robert Ryman presenta la evolución de un forastero del arte que conquistó el color y que en lugar de pretender dar cátedra teórica sobre la abstracción, lo hizo sobre las posibilidades de la luz.

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