El paisajismo ilimitado de Maifersoni

Tras las ausencia de actividad del sello Michita Rex algunos de sus artistas han quedado confinados al olvido. Lo bueno es que siempre se pueden desempolvar los canales auditivos. Maifersoni es un chileno amante de lo experimental y en sus propias palabras su música es “new-age (new-yoga)”. Ahora el joven músico llega a las grandes ligas con su incorporación a Quemasucabeza con su segundo disco Maiferland (Acto de Amor).

Maiferland es una tierra desconocida. Ningún explorador puede ubicarla de manera precisa en el mapa, aunque últimos estudios trazan su ubicación cerca del Cabo Meridional del Pocajú. A primera vista existe un crecimiento sonoro, los desórdenes fónicos de Telar Delizante (Michita Rex, 2010) se han evaporado, debido a que el proyecto se convirtió en quinteto, y una producción artesanal a cargo de De Jaineros.

En Maiferland (Acto de Amor), se puede encontrar temáticas trasatlánticas: historias de espectros invocados al ritmo de una guitarra blusera con loops ácidos para crear un collage de microsonidos o “autoexilios escapistas con todos los partners” mientras suena una arroyo de kraut infinito. El sencillo “Andina” es una cascada donde el alma cae estrepitosamente a un lago lleno de peces Koi. La danza de los animales crece al junto al crescendo del sintetizador. Por otro lado, “La gloriosa generación del 85” es una gran muestra de mimesis con Pedropiedra y el pop chileno contemporáneo. Una consigna sencilla: “me siento bien” aderezado por un hi-hat empedernido, hacen de la canción un deleite.

Lo mejor de está tierra antediluviana son los paisajes que se desprenden de una trilogía de ciudades chilenas: Coltauco, Idahue y Guanaqueros. Héroes falsos surcan los “Cerros de Coltauco” de manera sosegada. La falta de aire es presurizada por melodías en down-tempo. Progresiones melódicas por canales de agua dulce con destino al horizonte y un final de samba electrónica es lo que espera en la tierra nebulosa de “Idahue. Finalmente, los últimos destellos de abril se pierden en la lucidez de “Picorocos de Guanaqueros”, para que la noche se encienda gracias a una combinación de chillwave, shoegaze y percusiones africanas.

Maiferland pronto abrirá sus puertas al turismo fagofónico latinoamericano. Sería un acto de desamor propio no surcar sus aguas. Música para caminar en el desierto como un linyera o para pasar la noche en vela imaginando paraísos ilimitados.

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