El mundo LGBT islámico: 'Douze Points'. Cobertura 18 FICJM
La corrección política suele ser incomprendida. Lo que comenzó como un intento de prevenir ofensa hacia la marginación hoy viene añadida a una serie de discursos sociales y conversaciones cada vez más intrascendentes. Unos claman que es censura, otros la respetan con reverencia. Lo cierto es que la corrección política es un término cargado, que puede añadirse a una conversación encaminada al cambio o a la más repugnante regurgitación de pereza e investigación social (desde progresistas hasta conservadores).
Douze Points, película de Daniel Syrkin parece no añadirse a ninguna de estas definiciones. La historia es sobre TJ, un cantante musulmán y homosexual que debe ayudar —contra su voluntad— a una célula terrorista del Estado Islámico, con el fin de efectuar un ataque en Israel. Para cumplir esto, uno de los miembros de la célula terrorista se hace pasar por el novio de TJ, quien se dirige a competir en un concurso televisivo a este país. Por otro lado, agentes del Mossad, el servicio de inteligencia israelí, intentan detener el ataque.
Esto es sólo la premisa de una suerte de enredada trama que mezcla política, terrorismo, homosexualidad, espías, reality shows y el conflicto árabe israelí.
Difícil de definir claramente más allá del género “comedia”, este largometraje no tiene absoluto cuidado por ninguno de los antes mencionados matices de corrección política. Hay humor con lenguaje homofóbico, juega a los estereotipos con la elegancia de una bola demoledora, hay chistes sobre el 11 de septiembre y no hace ningún intento de complacer a una representación justa o compleja.
Por esas razones, tal vez Douze Points, no sea una película tan fácil de digerir. Su humor mezcla la política y la violencia a través del camp y el mal gusto, pero no tanto como John Waters, sino más bien como un sketch televisivo, lo cual es pertinente, considerando que la película es una serie televisiva editada. En sí, Douze Points está construida alrededor del sketch y la comedia situacional, la historia en general no es tan importante como los momentos clave de humor que llega a ser muy atinado.
En Douze Points, se traslapan los estereotipos a favor de un humor que, ultimadamente, busca comentar cómo somos más parecidos de lo que creemos. A pesar de ser intencionalmente controvertida en su plano político, y en su relación con la corrección política, hay por lo menos una arista donde Douze Points es sorprendentemente progresista: su retrato de la homosexualidad en el mundo musulmán.
En la mayoría de las sociedades de prominencia islámia, la homofobia es una normativa social y legal. En países como Arabia Saudita o Irán, incluso la práctica homosexual puede ser condenada con pena capital. Para Douze Points, no obstante, la homosexualidad es prominente y un eje clave en la vida del protagonista. Aquí, una persona homosexual y musulmana no sólo existe con autonomía y voluntad, sino que también es el protagonista de una historia (sobre tomar decisiones, faltaba menos) que no necesita ajustarse a complacer liberales o enfurecer a conservadores. De formas inesperadas, Douze Points resulta en una película consciente de sus discursos. Podrán ser ridículos, pero jamás irrelevantes.