Por Eduardo de Gortari
Recientemente Almadía ha publicado dos libros indispensables para acercarse a esa leyenda del terrorismo literario que fue el infrarrealismo. Por un lado tenemos El hijo de Míster Playa, formidable trabajo periodístico de Mónica Maristain (autora de la última entrevista que dio Roberto Bolaño) en donde recrea la vida del autor de Los detectives salvajes lejos del mito que la misma novela ha propiciado. Ahí conocemos, a través de entrevistas, de testimonios, la obra y vida (a veces inconfundibles la una de la otra) de un autor fundamental de la literatura actual. Invaluables son los testimonios de gente como Rodrigo Fresán o la misma autora que nos acercan a un Bolaño más real y no al legendario que muchos prefieren. Al mismo tiempo, entre tantas anécdotas e historias de un escritor eternamente inconforme, se dibuja una involuntaria poética del autor de 2666: En sus cartas, en sus conversaciones, en sus breves pero fulminantes declaraciones, Bolaño dejó dispersa su forma de entender la literatura, indispensable para entender mejor sus libros. ¿Y cómo era su forma de entender la literatura? Era honesta, valiente y radical, como el mismo Bolaño.
Por otro lado, Luis Felipe Fabre, autor de geniales poemarios como Cabaret Provenza o La sodomía en la Nueva España, recopila en Arte y basura la breve y siempre incompleta obra de Mario Santiago Papasquiaro, aquel poeta que en Los detectives salvajes lleva el nombre de Ulises Lima. Como bien apunta Fabre en el prólogo, la transgresión literaria de Papasquiaro inicia desde su propio nombre: al ser tocayo de José Alfredo Jiménez, prefirió inventarse un nombre propio: su obra empieza por su vida; su vida, por su nombre. Entre poemas garbateados al margen de libros y periódicos, Arte & basura es una atinada aproximación a una obra inabarcable y eternamente incompleta. El diseño del libro, cercano al de una libreta, ayuda a entender la transgresión de Papasquiaro: sus mejores poemas están literalmente al margen de la literatura: fueron escritos en servilletas, en cajetillas de cigarros, en poemas de otros. La propuesta de Fabre es leer a Papasquiaro como un poeta deliberadamente incorrecto, como apunta en el prólogo: “Niños, no intenten estos poemas en clase”.
Ojalá ambos libros sirvan un poco para quitar el halo de mito alrededor de los infras y acercarnos a ellos por lo importante: los poemas. Incluso si estos no existen o están siempre al margen.