La Bruja de Texcoco: El amor por encima de lo binario

La Bruja de Texcoco: El amor por encima de lo binario

Foto: CARLO ECHEGOYEN/NEWSWEEK MÉXICO

Foto: CARLO ECHEGOYEN/NEWSWEEK MÉXICO

Actualmente es común encontrarnos con discursos discriminatorios en torno a las distintas expresiones e identidades de género. Tales declaraciones van desde palabras ofensivas por parte de dirigentes políticos, hasta la privación de la vida de mujeres biológicas, transgénero, transexuales, travestis y cualquier persona que se identifique como parte de la comunidad LGBT+. En medio de este panorama, el arte aparece como un pequeño, pero esperanzador rayo de luz en medio de la oscuridad ideológica, política, social y cultural, y como emblema de unión y resistencia entre comunidades marginadas.  

Bajo este contexto, Octavio Mendoza decide tomar tres ejes para consolidar su identidad artística: magia, feminidad y música, y así es como nace la Bruja de Texcoco. Su presentación en la edición 48 del Festival Cervantino no podía ser más oportuna, pues hoy más que nunca es cuando el mundo necesita a artistas que rompan con las barreras de las etiquetas binarias —que dictan qué es ser hombre y mujer— y así demostrar que no hay nada de malo con salirse de dichos convencionalismos que por mucho tiempo se impusieron como los únicos socialmente aceptables.   

Explorando la identidad de la Bruja de Texcoco

No hay mejor ejemplo de una comunidad que haya sido señalada por proclamaciones intolerantes de poder que las brujas. Mujeres con habilidades y conocimientos fuera de la norma que eran acusadas de sucumbir a las tentaciones de Satanás para ayudarlo a destruir a la sociedad cristiana. Reconocidas por ser capaces de curar enfermedades y desaparecer las dolencias corporales y psíquicas, se les adjudicaba también el poder de provocar la muerte y sucumbir a la herejía. Y es a través de este antecedente de persecución y señalamiento que Octavio Mendoza decide hilar su encarnación femenina: reivindicar el pasado de estas mujeres en una nueva entidad que posee los aires de libertad que ellas no tuvieron.

Foto: Gatopardo

Foto: Gatopardo

Después está la presentación femenina, compuesta por huipiles de distintos diseños, maquillaje, flores, abanicos, danzas y como toque personal, una distintiva barba. Tal vez este detalle sea para transmitir que la Bruja de Texcoco representa la mejor versión de Octavio Mendoza, tanto en su presentación masculina como femenina. Es así que La Bruja baila y canta alrededor del recuerdo de estas culturas pasadas y presentes, mostrándose como la mejor versión de lo que es ser una superviviente. 

La esencia de los cantos de La Bruja

“Yo de niño soñaba con ser una sirena. Y si pudiera, regresaría y le diría a ese niño que sí se puede, con sus batallas, pero se puede”, comenta La Bruja. Esa bella y conmovedora frase sintetiza el performance de Octavio en escena. A lo largo de poco más de una hora, canta frente a un auditorio vacío (como medida sanitaria por el COVID-19), pero eso no le impide entregarse en corazón y alma para el público que la contempla a través de la pantalla mientras interpreta temas como "Son de la bruja", "Chéni", "La bruja huasteca", "Arreando" o "No hay novedad". Mediante sus cantos, se puede distinguir el tributo a la música típica de México, a la par de que existe una propuesta narrativa sobre romance, inclusión, y libertad. Todas estas historias ligadas a temática LGBT+. 

¿Por qué seguir de cerca el trabajo de la Bruja de Texcoco?

La Bruja de Texcoco conoce y usa a su favor la magia del escenario para invitarnos a tener una confrontación, con nosotros mismos, sobre nuestros propios códigos de género, identidad, sexualidad, amor y mexicanidad. El atractivo de sus presentaciones obtiene aún más vigor al incluir la participación de un modelo de feminidad que se aleja de los convencionalismos mediáticos, de manera que representa subculturas que no estamos acostumbrados a ver. Es una artista necesaria para romper las barreras del sistema heteronormado y crear nuevos tipos de audiencias que estén dispuestas a experimentar nuevos viajes espirituales, musicales y despojados de etiquetas. 

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