En la madrugada del viernes 31 de marzo, había cuatro cadáveres y un coche destruido sobre la avenida Paseo de la Reforma esquina con Lieja. El conductor iba a 185 km por hora, él fue el único que sobrevivió. Los videos en YouTube del momento del accidente y el que fuera en una calle tan importante de la ciudad, hicieron que la noticia resonara, y con ello, los comentarios… el ruido. Sería lógico esperar un debate sobre urbanismo, sobre ciudades diseñadas para peatones y ciclistas, y no solo para coches, sobre un efectivo transporte público -también- nocturno, sobre alcoholímetros, sobre mayores requisitos para tramitar la licencia de conducir… pero no. Los comentarios de las redes como Twitter y Facebook son un termómetro de cómo muchas personas piensan. Si bien no son una estadística firme, su ruido es un síntoma.
De las cuatro personas que trágicamente perdieron la vida, una se llamaba Karla Saldaña, tenía un negocio de banquetes y tenía un esposo -casados por lo civil- con quien planeaba casarse por la iglesia, y esa noche no salió acompañada de él. Su esposo y el resto de la familia de Karla están de luto.
Se murió por “puta”, por “andar de fiesta”, por “cascos ligeros”, “zorrita”, “borracha con desconocidos”, condenan en las redes. El odio, la revictimización, el machismo, la crueldad sale y reluce… hiere. Las mujeres morimos por putas, reflexiona Tania Tagle ante los comentarios. Nosotras no tenemos el mismo derecho de salir de fiesta que el resto de los hombres, no debemos tomar, no debemos de subirnos a un coche. La muerte del resto de las víctimas sí que es lamentable, la de ella, no.
Las mujeres no somos dueñas de nuestra sexualidad ni de nuestra muerte
Cuando (después de torturarlas), asesinaron a Nadia Vera, Mile Virginia Martín, Jessenia Quiroz, Alejandra Negrete y a Rubén Espinosa en la colonia Narvarte, los medios no hablaban de ellas. Cuando lo hacían, algunos decían que él estaba en una casa de citas y ellas eran “putas”. Porque Mile Virgina era modelo colombiana y con ello solo podían deducir que era prostituta o estaba ligada con el narcotráfico.
También cuando asesinaron a otra mujer colombiana en 2014, a Astrid Rojas, no faltó un “era puta”... “una scort”, decían otros. Así trataban los medios y la procuraduría a una mujer migrante.
Ser puta pareciera la receta mágica para justificar la violencia contra nosotras. ¡No investiguen más, era puta!
Si roban fotografías íntimas de una mujer es su culpa por tomarse esas fotos, exclamaban conductores y locutores sobre el crimen del que fue víctima Jennifer Lawrence. Lo dicen las personas todo el tiempo cuando una mujer, famosa o no, sufre este tipo de invasión y humillación pública. Si te acosan en la calle es porque te vistes como puta, si te violan es porque actúas como puta. ¿Estás segura que no anduviste tú provocando..? Es la revictimizante pregunta que han escuchado tantas después de haber sufrido un episodio tan traumático y doloroso como una violación. Si sales de fiesta, si te diviertes, si te tomas tres copas, si festejas, si vives tu cuerpo, tu sexualidad… eres una puta.
Muchas mujeres salimos de fiesta solas, sin nuestras parejas, ¿por qué? porque se nos da la gana, porque podemos decidir sobre nuestras vidas, porque queremos. ¿Si nos matan es por putas? ¿Si disfrutamos de nuestra vida es que merecemos morir? Al parecer los jueces de las redes (y editores de algunos medios) opinan que sí.
Por último, ya que hablamos del odio contra las putas, es urgente entender y recordar que las personas -da igual su género- que se dedican al trabajo sexual, merecen tener condiciones laborales seguras, sin discriminación, sin estigmas, sin persecución, sin extorsión y sin violencia. Como todas las demás personas.