Por Valeria Estrada
Las presentaciones en vivo de Daniel Johnston se caracterizan por ser impredecibles. Esto abrió las puertas a un gran número de especulaciones que se generaron sobre lo que iba a suceder en su participación en la cuarta edición del Festival Marvin. Sin embargo, el concierto de ayer superó absolutamente todas las expectativas.
Desde las 6 de la tarde, la fila de fanáticos afuera del salón Covadonga se hacía cada vez más grande. La gente sostenía globos, gorras, y playeras con arte dedicado al músico. Finalmente, a las 7:15 pm se abrieron las puertas, y todos corrieron para poder alcanzar el mejor lugar. A diferencia de otros conciertos, en éste no hubo empujones ni la clásica intensidad que se puede esperar de un evento más masivo; aquí todos simplemente esperaron pacientes frente al escenario. De pronto, alrededor de las 7:45 pm, en la puerta del lado izquierdo del salón, se alcanzaron a ver unas canas, que junto con los gritos del público, anunciaron la llegada de Daniel Johnston.
“Démosle la bienvenida a Daniel Johnston”, anunció uno de los músicos en la banda, que como en todas sus presentaciones, suelen ser locales. Daniel subió al escenario, abrió su carpeta de canciones, y con las manos temblorosas tomó el micrófono mientras toda su audiencia gritaba con euforia. El setlist fue diverso y sumamente satisfactorio; el músico interpretó desde “Speeding Motorcycle” y "Space Ducks”, hasta los clásicos en los que es inevitable estar al borde del llanto como “True Love Will Find You in the End”. Se podría decir que el clímax de la noche llegó en el momento en el que subió El Son Jarocho al escenario para interpretar “Life in Vain”, canción en la que todos bailaron y corearon con emoción.
Para todos los verdaderos devotos del legendario músico, esta fue una noche inolvidable. Ver a Daniel Johnston en vivo es algo que muchos nunca creímos posible, por lo que fue todo un privilegio haberlo tenido a unos cuantos metros de distancia para poder llorar, bailar, y cantar con él.
*Todas las fotografías tomadas por Paulina Maqueda*