El costo de la desconfianza: ¿por qué las elecciones en México son tan caras?
Cada voto nos cuesta alrededor de $272.00
Es un lugar común decir que la democracia mexicana es cara… y sí. Lo es y mucho. Basta revisar los datos oficiales que las autoridades hacen públicos para saber cuánto de nuestros impuestos va a dar a la bolsa, o mejor dicho, a la nómina de los partidos políticos o los publicistas que trabajan para ellos o los que les hacen las camisetas o quienes les coordinan los equipos de porristas en sus eventos. No es un chiste, es lapidariamente cierto. Aquí las cifras.
Si integramos todos los componentes que se encuentran engarzados para que cada ciudadano pueda votar, es decir, si sumamos el presupuesto federal otorgado para: 1. El organizador de las elecciones, el Instituto Nacional Electoral (INE); 2. La autoridad que dirime controversias y tiene la última palabra, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y 3. Los jugadores de estos encuentros los partidos políticos, la cifra alcanza la enorme cantidad de 28 mil 022.5 millones de pesos. Si lo traducimos al número de personas que integran la lista nominal —aquellas que tenemos credencial de elector y fuimos a recogerla—, el dinero destinado es de 314.423 pesos por elector. Al desagregar las cifras y si sólo tomamos como referencia el presupuesto del INE, los datos llegan a 271.671 pesos por votante. Aún sigue siendo mucho dinero.
Tal inmensidad de recursos incluye el pago a la estructura institucional del INE, la de los partidos políticos y la de la autoridad en la materia, pero también es el costo de la sospecha. Como la población de nuestro país desconfía de las elecciones, pasamos de cartoncillos con el nombre de los ciudadanos para ir a votar como hace treinta años —y como se hace en Japón—, a credenciales de elector plastificadas con fotografía, código de barras, holograma, microimpresión, papel de seguridad, número único, QR, elemento táctil como un sello notarial y diez sellos más que cuestan dinero y requieren contratar empresas especializadas de diversas partes del mundo.
Misma historia presentan las boletas electorales que usan un código distintivo de tintas, impresas en papel seguridad, que contiene impresión ultravioleta, micro impresión, sello de agua e impresión invisible... que también tienen un costo. Boletas transportadas por camiones de mudanzas especializados, escoltadas por militares y policías locales a las juntas distritales con cargo al erario público. Resguardadas hasta el 1 de julio, selladas por los empleados de los 300 Consejos Distritales en todo el país, que cobran un salario. Las 279 millones de boletas electorales que se imprimieron para esta jornada electoral no serán usadas en su totalidad y las sobrantes habrá que destruirlas. En sentido estricto, es dinero tirado a la basura.
Según estimaciones conservadoras, se establece que al emplear una urna electrónica, el ahorro del INE llegaría a los 10 mil millones de pesos. ¿El impedimento? Creer que la mano oscura de la manipulación está detrás de fraguar fraude tras fraude para impedir que “los buenos políticos” lleguen al poder. Así que mejor, todo a mano. Voto x voto ¿Vale la pena no ir a votar por una falsa idea de hacer sentir mal a los malos políticos? Malas noticias: tus malas palabras escritas en tu boleta electoral, fueron leídas por tus vecinos que contaron tus votos. Nunca llegó a los ojos de esos malos que nos hacen creer que la política sólo es la patria de los parias.
Las elecciones nos cuestan a todos. Usemos lo que ya pagamos.