Cobertura 77ª Muestra del Cine de Venecia: 'The human voice'
La silueta ofuscada de una mujer nos da la espalda. De pie y enfundada en un rojo que contrasta con el resto del espacio gris.
La mujer es nada menos que Tilda Swinton, y aquel rojo corresponde al color favorito de la paleta de Pedro Almodóvar.
The human voice es la última película del director español, un cortometraje de 31 minutos, que forma parte de la categoría “fuera de concurso” de la 77 Muestra Cinematográfica de la Biennale de Venecia.
Nada es sorpresivo en dicha obra, no por emitir un juicio despectivo, sino todo lo contrario, pues una vez más Almodóvar conquista con las reglas básicas que caracterizan su estilo: el protagonismo femenino, su estética, digna de todo análisis, porque cada decorado responde a un porqué; y el duelo. Esta vez el de una partida.
Una “libre adaptación”, así como se lee en los créditos iniciales, de la obra teatral de Jean Cocteau, y el set nos remonta a un plató, donde entre paredes de cartón fluirá dramaturgia.
Una pieza que Tilda define clásica, en términos de adaptabilidad y elasticidad, por lo que podemos decir que aquel traje rojo nos quedaría a todos. Transcurridos los primeros minutos somos parte de un silencio que incomoda, que sabe a incertidumbre, a contradicción y, sobre todo, a esperanza; un silencio que ha existido en la mente de todo amante, y por esto mismo podemos empatizar fácilmente.
“Suddenly by magic it’s like stepping into a looking glass and it’s you”
Tilda Swinton.
Más tarde el teléfono suena, y como audiencia parecería que escuchamos claramente la voz de aquel extraño, pero no es así. La tensión ante la demora va cuesta abajo.
A partir de este instante, inicia un intenso y eminente monólogo acerca de la sinceridad, de la delgada línea entre realidad y ficción cuando se está a la espera de alguien; pero también de la verdad que decidimos contarnos a nosotros mismos cuando es momento de despedirse del otro que nos ha lastimado. Un incendio que arde pero transforma.