Por Jorge Ceja y David Ovando Fotografías: FIC
Primer acto: Cuerdas
Dicen, los que lo han tratado, “Con él hay que tener cuidado”. Durante los ensayos es mejor no molestarlo, pues, a nadie le gustan los regaños. El silencio es elemental para poder preparar el recital. A la hora del espectáculo es fácil quedar hipnotizado por sus movimientos tan marcados mientras dirige a más de 80 músicos con batuta en mano.
Hace 46 años, en 1971, Enrique Bátiz Campbell fundó la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), la misma que hoy dirige y encabeza el cartel de la cuadragésima quinta edición del festival Internacional Cervantino.
La OSEM llegó a Guanajuato como un batallón. El Teatro Juárez fungió como trinchera para que Enrique Bátiz y sus músicos hicieran la revolución. En esta batalla que duró dos noches hubo saldo blanco, aunque más de uno reportó salir con una gran excitación. No cabe duda de que Bátiz es un revolucionario: se sobrepone al párkinson que invade su cuerpo y maneja con maestría la situación. Las balas en forma de aplauso que llegan al escenario lo embriagan y sin perder la razón prefiere regalar una canción.
En la primera batalla Bátiz y su orquesta tuvieron de aliada a Aiman Mussakhajayeva, considerada como la mejor violinista de Kazajistán. Durante 40 minutos recordaron la música y las batallas depresivas, -que terminaron en concierto-, de Chaikovski, para después despedirse y dar paso a la música de Sergei Rajmaninov y terminar con la música de Arturo Márquez y José Pablo Moncayo.
Segundo acto: Cuerdas percutidas
La Orquesta Sinfónica del Estado de México guarda bajo el brazo un repertorio que somete los sentidos a sensaciones variadas. Capas de sonidos conjuntándose en un solo punto, privilegiando algunos instrumentos para ciertos momentos dentro del repertorio. La primera vez que te doblegas ante el sutil y seductor sonido de una orquesta, es fácil percibir el va y ven de tonalidades. Como un viaje en una carretera que incluye todos los climas posibles, naturalmente con subidas y bajadas todas ellas perfectas.
El programa para la segunda noche de la OSEM, incluyó un concierto para piano, y lo ejecutó el pianista ruso Alexei Volodin, inteligente elección que se alinea con el eje revolucionario ruso. Un músico de amplia y sorprendente carrera, llena de premios y galardones que obedece a un altísimo nivel sensitivo y brillantez técnica. Con un vasto repertorio, capaz de encaminar los sentidos a una sensación de paz y cataclismo, blanco y negro en segundos.
Para este músico, quien se ha presentado con una gama de orquestas alrededor del mundo, haberlo hecho por primera vez con la Orquesta Sinfónica del Estado de México, no fue cosa menor puesto que él mismo ha declarado que los músicos son de gran capacidad, y marcialidad peculiar por quien carga la batuta. Con ello, se da por sentado que todos los diluvios de aplausos no fueron simples regalos, cada una de las palmas las ganaron a pulso.