Cuando Bob Dylan pintó su obra maestra
Por: Alberto Soto Cortés, director del Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
Bob Dylan es un artista que cohabita en memorias, fundiéndose en el ADN de decenas de millones de personas, sin importar si éstas viven en las chabolas españolas, en los rascacielos de Manhattan, en la colonia Doctores de la Ciudad de México o en una pequeña habitación de estudiante en Estocolmo, Suecia.
Tantas décadas de crear una poesía exultante y otras casi rendida, han permitido que distintas generaciones se sientan atraídas por el ritmo folk, por la voz de Dylan, por su gira sin fin y también por sus otras facetas, como es el dibujo y la pintura.
Una pieza de Dylan, conocida como “Cuando pinte mi obra maestra” (1971), culmina con lo que parece ser una premonición:
“Someday, everything is gonna be different.
When I paint my masterpiece”.
¿Qué es una obra de arte? ¿Es una perversión que un compositor, músico y cantante se adentre en formas y colores? A fin de cuentas ¿No es la música una evocación de luces, tonalidades, espacios, vacíos, imágenes y pensamientos? En la Historia del Arte hay muchos ejemplos de personalidades polifacéticas, de hecho, es extraño poder reconocer algún talento en quien sólo ejecuta una actividad sin reparar en otras: es difícil pensar en las teorías de Einstein sin vincularlas con la música, especialmente de su violín; no habría genio en Dalí sin su histrionismo, su amor por la cámara; ¿qué sería de Andy Warhol sin los Rolling Stones?
Pero no necesariamente cualquier actividad en la vida de un artista constituirá un legado, aunque el mercado imponga un valor a ciertos objetos que le estén asociados. Hoy vemos que, en la sociedad de consumo, casi todo puede tener un precio, no importa si es algo excepcional y material, sino que también las ideas y los suspiros, de una celebridad, pueden tener una equivalencia económica.
Es posible alcanzar una impresionante ganancia al subastar alguna de las libretas de apuntes de Dylan (The Red/Blue Notebook). El comprador podría valorar el aura, la intimidad entre el material y las manos del artista, como también apreciar cada palabra y verso, los cantos, tachones y pentimentos. Otro comprador podría considerar que dichas libretas alcanzarán un sobreprecio en alguna próxima oportunidad, todo es cosa de la oferta y la demanda.
¿Quién dice que una obra tiene valor? Hay necesariamente una conjunción de actores y circunstancias que permiten que algo adquiera una estimación económica superior. Un buen comerciante podría, por ejemplo, vender cien mil copias facsimilares de alguna de las libretas, y no podemos negar que quienes las adquirieran sentirían una conexión emocional con Dylan.
Hoy en día distintas galerías ponen al alcance, de quien pueda pagarlo, obras visuales de Dylan. Éstas alcanzan algunos miles de dólares, euros o libras. Además, se han realizado diferentes exposiciones, ediciones y campañas, que visten de color la trayectoria del compositor y Premio Nobel. ¿Aparecer en el circuito de museos y espacios asociados al arte implica un espaldarazo y reconocimiento absoluto? ¿Es Dylan el último postimpresionista?
De acuerdo con algunas fuentes biográficas, desde la aparición del álbum Music From Big Pink (1968) ya se mostraba el trabajo visual de Dylan, al ser éste el artífice de la portada. Algo similar ocurrió con su disco Self Portrait (1970), que deja entrever una vocación expresiva con un medio diferente al de la palabra y la música.
Tras la publicación de Writings and Drawings (Alfred A. Knop, 1973) surgió un mayor interés por los trabajos de Dylan, quien no tenía formación alguna de artista visual. No fue sino hasta 1974, cuando Bob se sumó a las clases del pintor Norman Raeben, quien de alguna manera lo abdujo durante dos meses, cinco días por semana y en un horario de 8:00 a 16:00 horas.
Entre los años de 1989 a 1992, Dylan realizó consistentemente diferentes dibujos, en medio de su gira Never Ending Tour, que le ocupó en un poco más de 380 conciertos, a lo largo de Europa, Norte América y Sudamérica. Tan sólo en México, convocó a sus admiradores en cuatro conciertos, en 1991.
La vida de una estrella del ámbito escénico es bastante ingrata; las presentaciones constantes generan una especie de miopía, es decir, se pierde la claridad de la existencia. Imaginemos lo difícil que es recorrer el mundo, una ciudad tras otra, mostrando cordialidad con empresarios, con organizadores, con fans, respondiendo las mismas preguntas de la prensa, encaminándose a una inercia que provee de sinsabores y aniquila el glamour.
Algunos de estos dibujos de ese periodo se publicaron en un libro que llevó el nombre Drawn Blank, mismo que salió de las prensas de Random House en 1994.
Fue hasta 2007 que se llevó a cabo la primera exposición basada en los bocetos de Dylan, en el Kunstsammlungen Museum, Chemnitz, Alemania. Es importante conocer que la muestra se llevó a cabo a partir de traslados, es decir, de copias que el mismo Dylan realizó y a los cuales aplicó color. De cada diseño, Dylan realizó distintas interpretaciones, lográndose así un importante conjunto de imágenes que alcanzó el número de 320, pero sólo se expusieron 140.
A la muestra en Alemania siguió otra en Halcyon Gallery, en Londres, durante 2008. Debido al éxito se decidió hacer una edición de 295 ejemplares de diversas obras de Drawn Blank, a través de procesos de impresión offset, siguiendo el modelo de Degás, Picasso, Dalí, Warhol… La empresa Washington Green Fine Art Publishing fue la encargada del proceso.
En 2018 se reimprimieron 14 pinturas como parte de una edición conmemorativa por el cumplimiento de la primera década de Drawn Blank Series. Una impresión de la primera edición puede alcanzar, en promedio, las 4,000 libras esterlinas, mientras que de la segunda edición éstas tienen un valor promedio de 2,000 libras esterlinas.
Dylan ha realizado desde entonces otras series: Brazil (2008), expuesta en el Statens Museum, Copenhague, Dinamarca; Asia (2011), que se puso a la venta en la conocida Galería Gagosian, en su sucursal de Nueva York; The Beaten Path (2015- ), cuyas piezas han sido exhibidas en distintos espacios. El 9 de octubre de 2018, se abrió en Halcyin Gallerý la muestra Mondo Scripto, que constó de 60 letras de sus canciones, escritas de puño y letra, e ilustradas por Dylan mismo.
El Museo de Arte Moderno (MAM), Shanghai, China, planeó la exposición Retrospectrum, misma que se llevó a cabo en 2019-2020, misma que estará presente a fin de 2021 en el Patricia & Phillip Frost Art Museum, en el Florida International University.
¿Qué es lo que un coleccionista tiene al momento de adquirir alguna de las obras de Dylan? En la mayoría de los casos, lo que se encuentra en circulación son impresiones, es decir, copias obtenidas de un original y, en el mejor de los casos, una firma en un certificado de autenticidad. También se obtiene una especie de religación entre el artista y el comprador, una oportunidad de sentirse parte de una larga vida de poesía, un pequeño fragmento de la historia humana. ¿Es arte? Antes que nada, es una industria, pero la respuesta concreta y más acertada vendrá en las próximas décadas, cuando se pueda hacer un balance a partir de la valoración de todos los andares y quehaceres de Dylan.