El sentimiento de certeza de haber presenciado algo antes, aunque las circunstancias sean inciertas y quizá imaginarias, como en un sueño; es lo que conocemos como Déjà vu, pero lo mismo podría decirse de Bloom, la cuarta producción del dúo originario de Baltimore, Beach House.
Un álbum exitoso es un arma de doble filo. Después del frenesí mediático generado por un buen trabajo, una banda queda con dos opciones: despertar e impresionar, o despertar y decepcionar; pero después del bien recibido, Teen Dream (2010), Beach House parece haber encontrado otra alternativa: seguir soñando.
El acierto de Bloom reside en la sutileza; el dúo en lugar de incorporar elementos nuevos, hace un mejor uso de su fantasiosa atmósfera y vagos versos. Un buen ejemplo de esto es “The Hours”, en donde la voz de Victoria Legrand que añora un amor perdido se mezcla con los ritmos eléctricos de Scally; que suena a una versión up-tempo de “Lover of Mine” en Teen Dream. La diferencia con “The Hours” es la profundidad del sonido, y lo mismo aplica para el resto del álbum, donde el fondo musical y emocional parece inalcanzable.
Los mejores momentos del álbum ocurren en “Lazuli”, el segundo sencillo, cuando la melodía va in crescendo desde unas notas monocromáticas hasta una caleidoscópica composición; o en “New Year” cuando la guitarra de Scally se convierte en protagonista; o en el último track “Irene” donde la voz de Legrand nos arrulla hasta el final del disco repitiendo el mismo mantra: “It’s a strange paradise”.
En “Myth”, la primera canción de Bloom, Legrand canta: “If you built yourself a myth/You’d know just what to give”; la línea parece reflejar el propio estatus de Beach House; conocen bien lo que se necesita para hacer un buen álbum, y además usan a su favor la experiencia para atrapar al escucha en un ciclo interminable de voz, percusiones y guitarra; tal y como se demuestra visualmente en el arte óptico infinito de la portada del disco.
Al terminar de escuchar Bloom es inevitable sentir que ha experimentado algo similar antes, pero nunca tan lúcidamente.