Bear In Heaven @ Lunario

La noche de los osos en el cielo comenzaría con el acto del proyecto solista del cantante de los Plastics Revolution. Recién firmado con Arts & Crafts México, Julio Gudiño en su camisa impecable y su pelo bien arreglado, subió al escenario junto a su baterista para comenzar el frenesí electroso y tribal también conocido como I Can Chase Dragons! El warm-up resultó efectivo, pues después de que I Can Chase Dragons! deleitara a pies ávidos de movimiento, el público corrió al área de refrescantes etílicos. Ahí se quedarían durante todos los minutos que duraría la espera para la banda principal, pues no se podía sacar cervezas ni bebidas alcohólicas al recinto, por ser un evento para menores de edad.

Al grito de “Ya pueden salir con sus cervezas” el Lunario del Auditorio llegó a su lleno, y  minutos después comenzaron los primeros acordes de “Idle Heart”, canción que también abre el último disco de Bear In Heaven: I Love You, It’s Cool (Hometapes/Arts & Crafts México)

Jon Philipot, frontman de la banda, no tardo en desplegar su carácter histriónico. Utilizaba toda su cara para sacar el canto agudo y angustiante que acompaña las melodías espaciales y catárticas distintivas de Bear In Heaven. El hecho de que en vivo sea una banda tan energética, parte casi en su totalidad, de la destreza que Jon tiene para sentir por completo la música y reflejarla hacia el público.

Ejemplo de ello, el momento final de “Reflection Of You”, en donde Jon aferraba el micrófono muy cerca de su boca mientras repetía la misma frase: “Dance with me/Baila conmigo”, una y otra vez, con los ojos semi-cerrados y su boca en una mueca que invitaba al público a bailar en algún motel de cortinas rosas y alfombras de satín. Luego, enganchó el micrófono y se colocó al frente del escenario, abrió las manos y la explosión musical lo tuvo a él y al público en un baile frenético.

Un concierto que fue in crescendo, desde los golpes violentos de batería, al bajo solemne y preciso, coronado por la atmósfera saturada, de múltiples capas, que salía del sintetizador. La música fluctuaba desde la psicodelia densa como en “Space Remains”, hasta los esbozos de un rave alienígena en canciones como “Cool Light”.

Al acercarse el final del concierto, el trance hipnótico entre banda y audiencia se había completado; Bear In Heaven había logrado sumergir a la gente en su cápsula hermética de tambores de guerra y oxígeno insuficiente. Jon se comunicaba en su español decente entre canciones, agradecía y volvía a convertirse en aquél personaje cuya cara siempre parecía estar en agonía y éxtasis simultáneos.

Después de despedirse con el implosivo cover a “Lovesick” de Lindstrøm, regresaron con el protocolario encore, una breve despedida de dos canciones: Una versión de “Kiss Me Crazy” con más loops y percusión y “Wholehearted Mess”, un himno al olvido y a las relaciones fallidas. Gritos, luces, sudor y en un destello, o una hora y veinte minutos, los asistentes se quedaron- nos quedamos- con aquel sentimiento y sabor de boca que se enraíza en la memoria al terminar un buen concierto.

 

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