Austin TV @ Plaza Condesa

Por Kevin Frippson Despiertas muy de mañana tras las típicas discusiones familiares que se desarrollan fuera de tu cuarto. Pasa una hora y sigues en la cama. Miras a tu alrededor y notas que la habitación, al igual que tu cabeza, está hecha un caos. Piensas en todo y nada a la vez. Sólo miras, no estás ni aquí ni allá, simplemente estás. De repente un vago pensamiento, con la velocidad en que un mosquito se escapa de tus manos, aparece y te sientas a lado de la cama, lo reflexionas un momento hasta que lo asimilas y te das cuenta que: “Hoy toca Austin TV”.

A lo largo del día el tiempo parece ir más despacio. Miras el reloj y apenas han transcurrido unos minutos desde la última vez que lo viste. Tus actividades son las mismas de siempre; no hay nada fuera de lo común. Decides marcharte temprano de la escuela para encontrar a tus amigos en la fila del concierto. Ahí están, los mismos de siempre, los fans de la banda, los que la siguen a todos lados.

Sentiste haber llegado muy temprano (faltaban todavía dos horas para el concierto), pero te das cuenta que hay una pareja que llegó ahí desde las once de la mañana; y te tranquilizas un poco. En la fila te encuentras con algunas caras nuevas, pero las conocidas, al igual que la tuya, se han desgastado; diez años se dicen fáciles, pero muchas cosas pasan en una década. Están todos: desde el que viste su playera oficial, el que trae disfraz al estilo DIY (Do it yourself),  también está el que presume que tiene toda la discografía, el que los conoce sin máscaras, el que cuenta los chismes de la banda, pero por supuesto las máscaras no pueden faltar. En esta ocasión la temática es vestir una de conejo, pues hoy presentan el décimo aniversario de La Última Noche Del Mundo.

Pasadas las siete comienzan a entrar y tú te quedas esperando a que den las acreditaciones de prensa. Resulta que no está tu nombre en el medio que te mandó y te piden que esperes en la fila. Después de unos minutos se resuelve todo y ya estás pasando por las manos de un guardia que busca algo que sabe que no encontrará. Ya dentro te despojas de tus pertenencias pidiéndole a Dios que cuando te regresen tu mochila no te hayan sacado nada.

Observas a tu alrededor y no está tan lleno como en anteriores ocasiones, te preguntas si será que todavía es muy temprano o si muchos se habrán negado a pagar ese precio por ver a Austin. Tus dudas se disipan cuando, después de un rato, te pones en medio del público y volteas para cualquier punto cardinal y sólo ves un mar de cabezas.

Ves a tres sujetos subir al escenario. Se hacen llamar Havalina y son de España. Has observado que el público de Austin siempre ha sido muy empático con las bandas abridoras pues, aunque no sean del mismo género, reaccionan muy bien ante los músicos. Los españoles se despiden después de un set bastante corto y sólo nos queda esperar.

Los ánimos comienzan a subir y a las nueve de la noche con treinta y dos minutos los extintos conejos renacen de la tumba y suben al escenario seguidos de un enérgico grito de euforia. Segundos después ya estás rebotando de aquí para allá cuando comienzan a tocar “Roy Rogers”… la fiesta acaba de comenzar. Cierras los ojos y te dejas llevar por un tema más tranquilo: “Ella No Me Conoce”, aquí las lágrimas y los besos apasionados no pueden faltar, así como corear: “Sí, te quiero, te quiero, y sé que tú me has querido siempre”.

El primer clímax se da con “Rucci”, el tercer tema de la noche. La temperatura comienza a subir al punto en que ya no distingues si el sudor que corre por tu brazo es tuyo o del tipo que está a tu lado. Bailes alocados, gritos, saltos, cámaras intentando tener la mejor toma del momento, mucho sudor, olores encontrados, el concierto se convierte en una celebración en la que todos somos partícipes.

Por un momento abres los ojos, volteas a tu alrededor, y observas las caras que expresan muchos sentimientos. Una mezcla de alegría, tristeza, euforia, admiración y locura es algo de lo que Austin TV puede lograr con tan sólo ejecutar una de sus melodías, pues al no tener letra las posibilidades de sentir diferentes emociones son muy amplias.

De pronto te encuentras bailando y saltando con la multitud enardecida, momentos después estás quieto y con los ojos cerrados, sintiendo, sonriendo, dejándote llevar por cada nota, por cada acorde. Pasas de un estado a otro en cuestión de minutos. No haces mas que sentir y dejarte llevar. No es sólo un concierto, puede ser el último en mucho tiempo o para siempre, o, al menos, eso es lo que dice Fando.

Antes de terminar “La última noche del mundo”, Xnayer toma una tarola y la comienza a golpear, azotar y aventar contra el suelo, es algo delirante. Supones que es la segunda muerte del conejo. Al reventar el parche de la tarola, Xnayer saca algo de ella y lo arroja al público. Te quedas con la duda de qué era, pues no alcanzaste ninguno y todas esas “cosas” se quedaron en las manos de los de adelante.

Terminan esta pieza, abandonan el escenario y es tiempo de un break. Algunos van hacia atrás para tomar un poco de aire, otros van a hidratar su cuerpo con agua o cerveza, tú sólo te quedas a esperar a que vuelvan a salir. Se despojan del disfraz de conejo y ahora suben con el mismo disfraz que usaron en el Vive Latino 2012. Comienzan con “Aunque mis labios no se muevan” una pieza bailable y tranquila para continuar con  “Lago de Tierra”, un tema más agresivo… la celebración continúa.

Esta vez tocan canciones que no tocaban hace mucho como “Voces Iluminadas por Sonrientes”, “Esa Soy Yo” y “Valiente” cada una te trae recuerdos distintos, algunos buenos y otros no tanto. La noche avanza y sabes que esto tiene que acabar. Piensas en todas esas tocadas y conciertos a los que has ido en este año, pero en ninguno te habías sentido tan vivo como en éste.

Llega el final y la locura se apodera de algunos cuantos, incluyéndote.”Marduk”, “Shiva” y “Hombre Pánico” alteran tus sentidos al grado de perder el aliento y querer salir corriendo, pero sabes que falta algo… tienes que esperar. Fando da las gracias a los que hicieron posible este concierto y se despide dando  los primeros acordes de “Satélite”. Todos, sin conocernos, nos convertimos en amigos, nos abrazamos, gritamos y bailamos como si fuera “La Última Noche del Mundo”.

Regresan al escenario, dan una reverencia y termina la magia. Es hora de correr pues es tarde y tienes que alcanzar el metro.

 

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