Por Leo Moreno (@protopeople)
El Festival Aural volvió a la Ciudad de México, y para su edición 2016 (después de un descanso en 2015), contó con una programación curada con más de treinta artistas nacionales e internacionales. Este es uno de esos festivales que son necesarios para el intelecto y la emoción, uno que proyecta una visión más cerebral de la música. En su segunda noche, en el Lunario del Auditorio Nacional, pudimos disfrutar de un cartel protagonizado por Anna Von Hausswolf, .
El dueto de Colin Stetson & Sarah Neufeld abrió la noche con una presentación digna del recuerdo. El saxofonista, multi-instrumentalista y compositor, y la violinista-compositora, ofrecieron al público un performance lleno de intensidad, un idilio sonoro que arrancó las palmas de los asistentes. Él ha trabajado con Antibalas, Fred Frith y Tom Waits, y ambos son colaboradores de Arcade Fire. Su nivel está claro y más que comprobado: un par de almas gemelas en lo musical, con una propuesta sumamente atractiva, que con múltiples texturas y emociones diversas conectan rápidamente con la audiencia.
A través de la construcción del tema con un sinnúmero de matices, es como el duo llega al punto auditivo más álgido, un cimiento poderoso que soporta entonces a otras figuras musicales que complementan el proceso. La percusión corre a cargo de Stetson, quien golpea con fuerza las tapas de los agujeros de tono del saxo para, a momentos, generar un groove constante y macizo, con frecuencias de viento muy bajas, de esas que resuenan en el pecho.
Estos momentos de upbeat orgánico y bajos penetrantes son perfectos para el violín de Neufeld, quien con un efecto en la voz suma otros elementos a la mezcla, nostalgia y picos sensitivos, algo natural de su instrumento. En 2015 grabaron el álbum Never were the way she was (Constellation Records), un set de duetos en vivo en el estudio, lo que los llevó a embarcarse en esta aventura en directo. Visiblemente agradecidos, dejaron el escenario lleno de un virtuosismo cálido, honesto y experimental.
https://www.youtube.com/watch?v=BWtmGRkL5cw&list=RDBWtmGRkL5cw
Llegó entonces el turno para Anna von Hausswolff. Batería, bajo, dos guitarras, y ella en su pipe organ y una armónica. El primer aplauso del público llegó a los casi veinte minutos de presentación, con una obertura de tintes trascendentales y un uso poco convencional de los instrumentos. Y son este tipo de conciertos lo que te ponen alerta, atrapan tu atención y no te dejan más alternativa que sumergirte en el océano profundo que es esta propuesta. Anna es hija del reconocido artista sonoro Carl Michael von Hausswolff. De tal palo, tal astilla. En 2010 presentó su primera grabación comercial, Track of Time (Kning Disk Label). Excelentes críticas la llevaron en ese mismo año a presentar su larga duración Singing from the grave (Kning Disk Label). Tres años después lanzó Ceremony (Other Music Recording Co., 2013), que tuvo gran apoyó radial en Estados Unidos. Y el año pasado The Miraculous (Other Music Recording Co., 2015) vio la luz, también con buenos comentarios que cimientan aún más su carrera.
https://www.youtube.com/watch?v=t5zhoRBUSbE
Anna es definitivamente una artista que no conoce de límites. Es controversial - en 2013 vistió en un photo shoot una camiseta de Burzum, artista sueco que está cumpliendo condena por asesinato, es enigmática y muy energética. Sus movimientos en el escenario son de tal intensidad que a momentos parece miembro de un banda de black metal. Su hermosa y larga cabellera rubia dibuja distintas formas cuando headbangea, pero al ritmo de texturas saturadas en largos temas, como si de un coda infinito se tratase.
Debo decir que al ver su show en vivo artistas como The Knife, Fever Ray o Sigur Ros vienen a la mente. Incluso Mazzy Star pasó rápidamente por mi cabeza, en un momento de lenta densidad sonora con voz angelical. Pero esta misma voz te puede llevar a la histeria en un par de segundos. El high pitch que alcanza es tormentoso, pero dentro del contexto sonoro que sus músicos y ella misma van entregando. Su trabajo ha sido aclamado en diversos medios y estilos, desde el NYT hasta revistas de heavy metal. Y es que la oferta sonora es amplia: un eclecticismo que órbita alrededor del folk gótico, el pop y el black y el death metal.
https://www.youtube.com/watch?v=uABaTw73PFU
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Sus músicos cumplen con el papel perfectamente, pero si hay uno que sobresale es el baterista, la columna vertebral de todos aquellos momentos que brotan de pronto de la calma para llevarnos por una espiral de sensaciones que no son para todos. A menos de la mitad de su presentación, comenzó la fuga. Hacia el final del show, una buena parte del público ya se había retirado. Pero esto no es malo, al contrario. Esto suele pasar cuando el artista presenta música con la que la audiencia no sabe si ha terminado la canción, si ya es correcto aplaudir, o si es una pieza compuesta. Durante un tema, Anna bajó del escenario para cantar frente y entre el público de las primeras filas, tal vez la canción más sensata o consistente para el oído común. La voz, magistral.
La entropía puede definirse como la medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, del cual va a recibirse uno solo. Y eso es exactamente lo que sucedió ayer por la noche, una entropía sonora. El mensaje fue conciso y el concepto clarísimo, ambos traídos a nuestro oídos por una cantidad inimaginable de elementos.