Me lo platicaba hace meses, entre copas, un querido camarada de la recién festejada Ibero 90.9. “Lo que me tiene harto, es el trámite”, apuntaba agobiado. “Todo lo que tiene que ver con el DF es un trámite de mierda”. Y sí, entre mi no-tan-amiga la Tesorería y todos mis amigos de verdad, el DF también me tiene al borde de convertirme en chango, y de preferencia lejos de Chapultepec. Es justo cuando estoy a punto de tirar la toalla, cuando me doy cuenta de que sin esta ciudad no soy nada. Es verdad. Pareciera un arjonismo de los pegadores, pero la razón por la que el DF logra que usted, amable lector, lea estas palabras, es porque todas las mañanas estoy en el aire. Sí. así de forever y trasnochado. Todas las mañanas, y en realidad, todo el día, Ibero 90.9 está en el aire. Como el amor de John-Paul Yong, nuestras voces viven en el espectro radio-eléctrico, y hay alguien que las respira. Mucho mejor: hay alguien que las escucha.
Estos 9 años han sido un auténtico trámite de la estación, para la estación y con la estación. Desde poder poner un guitarrazo en medio del jazzecito adulto-contemporáneo allá en 2003, hasta entrevistar a miles de autores, músicos y personalidades que jamás imaginé conocer, Ibero 90.9 ha sido parte de un trámite fascinante, en el que nos hemos caído, nos hemos peleado y más tarde reconciliado. Un amor-odio interesantísimo, al que se han sumado miles de trolls y radioescuchas críticos, fans desgarrados y uno que otro cazaboletos.
Una adicción. Así es estar al aire en una estación que no tiene más que odiarse un poquito para poder amarse de nueva cuenta. Pensar en algo que puede funcionar para después tirarlo a la basura y encontrar algo nuevo... que probablemente no funcionará sin una estrategia de radio-regalo. Odiarnos un poquito para después amarnos. Ad Infinitum. Por eso la amo, y también cuando suena el despertador a las 5:45 AM, puntual e insensible, la odio. Y luego la amo. Del trámite... luego hablamos.
Desde el sexenio pasado, Baxter conduce #BDSF de 7 a 10 de la mañana.