Por Pedro Madrigal Alexander Calder (1898-1976) es el artista que pasó de diseñar joyería en cobre para las muñecas de su hermana a hacer esculturas monumentales con materiales industriales para el espacio público de ciudades como Montreal, Nueva York y el Distrito Federal.
Calder: derechos de la danza es la exposición que se exhibe en el Museo Jumex desde el 22 de marzo y permanecerá hasta el 28 de junio. Se trata de la primera retrospectiva del artista en más de 25 años.
Alexander se graduó como ingeniero mecánico en Nueva Jersey; y poco tiempo después se mudó a París, lugar de la bohemia del artista de vanguardia de los años treinta. Creaba ejemplares sin masa definida, sugería la idea de volumen a través de líneas continuas de alambre. Por ejemplo, en Aztec Josephine Baker, captura la voluptuosidad, la energía y la danza de una famosa artista de cabaret de la época.
Él redefinió la representación escultórica del siglo XX, pues se le considera el máximo representante de la escultura cinética abstracta. El conjunto de su obra tiene como premisa a la dinámica. Marcel Duchamp, creador del ready made, explicó a sus piezas a partir del concepto “mobile”: motivo en movimiento.
En Calder la obra de arte es el juego entre formas indeterminadas. Una parte importante de su producción consiste en piezas que se sostienen del techo, parecen mapas conceptuales suspendidos en el aire. Se trata de figuras múltiples a punto de consolidarse como tales (semicírculos, pseudotriángulos y más formas raras), las cuales están unidas por líneas de alambre que denotan la relación entre ellas. Los títulos de sus series Constellation (constelación) y Boomerang (Bumerán) nos ofrecen una idea aproximada de sus intereses.
La obra de Alexander es un continuo simulacro de celeridad. El filósofo francés Jean Paul Sartre escribió que “Si es cierta la idea de que el escultor debe infundir a la materia estática de movimiento, entonces sería un error asociar el arte de Calder con el de un escultor. Calder no sugiere movimiento; lo captura. No es su objetivo sepultar a las formas en bronce u oro para siempre, materiales gloriosos y estúpidos, condenados por su naturaleza a la inmovilidad”.
Desde los años cincuenta y hasta su muerte en 1976 recibió varios encargos de distintas ciudades para crear esculturas de gran formato. En 1968, con motivo de las olimpiadas en México, se le comisionó la creación de una pieza para la explanada del Estadio Azteca. El resultado fue The Red Sun (El sol rojo), figura abstracta de 28 metros de alto que se sostiene sobre tres patas irregulares y que al centro tiene un círculo en color rojo. Fue construida a partir de varios pliegues de lámina de acero en negro mate. Originalmente la pieza estaba acompañada de un diseño de varios círculos concéntricos en azul y blanco que daban un efecto psicodélico al piso.
En la muestra Calder: derechos de la danza también se exhiben piezas de joyería en forma de símbolos antiguos, hechas con materiales de desperdicio; cuadros en al óleo del fugaz paso que tuvo por la pintura abstracta; y, una docena de maquetas y fotografías de las esculturas que tiene por el mundo.
Foto tomada del Patronato Ruta de la Amistad.