8:45 de la noche y el Pepsi Center se llenó de gritos ensordecedores e implacable oscuridad. Fue en ese momento que el escenario se convirtió en un mar de ansias y al ritmo de “Sabotage” de los Beastie Boys, los integrantes de The Kooks comenzaron a tomar las riendas de la noche. Un playlist de montaña rusa, con los sentimientos de arriba hacia abajo en un juego que Luke Pritchard, vocalista de la banda, supo llevar de la mano a cada uno de los presentes. Su presencia en el escenario es activa, sobre todo con sus pasos de bailes incitantes y atrevidos que las chicas aplauden, gritan y agradecen.
Después de llevar al público a la parte más alta de la montaña, los británicos decidieron que era tiempo de un par de canciones acústicas, Pritchard dejó que la gente decidiera y “Seaside” fue el acuerdo entre todo el recinto sin ninguna objeción.
Es importante reconocer, el poder de convocatoria que tiene la banda con las chicas, la cantidad de señoritas cantando, bailando y brincando era de considerarse. Estaban las que probablemente los siguen desde su primer álbum en 2006 y que tal vez en ese entonces tendrían 15 años, ahora tienen 24 ó 25. Y seguramente las más jóvenes de la noche son quienes encontraron el nuevo sonido de The Kooks en Listen, su producción más reciente. Habría que pensar cuán difícil es para una banda reinventarse y romper brechas generacionales entre sus seguidores.
Cerca de las 10 de la noche, después de un encore muy celebrado, anunciaban su partida, los respectivos agradecimientos y los deseos por volver a nuestro país. Dicho esto y antes de que las primeras letras de “Naïve” sonaran, la gente se dejó llevar por el sentimiento de “la última y nos vamos”. Vasos de cerveza volaron, chicas a los hombros y una camisa de franela al piso y no, no era de ningún varón, le pertenecía a una señorita que se desprendió de ella para poder corear en sostén la última canción de, seguramente, su banda preferida.
Texto: Daniel Hernández (@dinielohm)
Fotos: Paulina López