Agridulce: una columna periodística sobre el ser y hacer de las mujeres con identidades diversas
Después de unos años, de regreso a la radio
Conocí personalmente a Sara Lovera en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Íbamos a Nairobi, Kenia, al Foro de las Organizaciones no gubernamentales, paralelo a la II Conferencia Internacional de la Mujer de las Naciones Unidas, era 1985. Digo que la conocí en persona, pues yo para entonces militaba en el Centro de Apoyo para Mujeres Violadas, A.C. (CAMVAC) y Sara era ya toda una periodista destacada en el hoy llamado periodismo de género. Mi trabajo y compromiso con CAMVAC fueron reconocidos por la Fundación Ford, la cual me becó para ir al FORUN 85 a presentar mi tesis-reportaje La Violación de la Mujer en el Distrito Federal. Ahí estaba mi admirada mentora, quien me invitaría posteriormente a formar parte del equipo del suplemento Doble Jornada del periódico La Jornada y más tarde, en 1988, a fundar CIMAC, Comunicación e Información para la Mujer A.C.
De acuerdo con el código de ética periodística que elaboramos en aquel entonces para CIMAC, nuestra misión, como periodistas y feministas es generar y publicar información noticiosa sobre la condición social de las mujeres: “promover los medios (de comunicación) como una herramienta de transformación educativa y social que sirva como estrategia para que las organizaciones civiles transmitan sus actividades, demandas y propuestas (…) Hacer visible la condición social de las mujeres y las niñas, para que, en conjunto con periodistas, organizaciones ciudadanas actoras y actores políticos y la academia, contribuyamos a la construcción de un periodismo con perspectiva de género y una sociedad igualitaria, justa y democrática (…) Contribuir al cambio social y a la democratización de los medios, influenciar las agendas nacionales y globales a favor de los derechos humanos y la equidad social”.
La década de los ochenta sin duda marcó mi vida por varias situaciones. Durante mi carrera en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, se denunció el caso de una estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades CCH Sur, que fue violada por Joinginder Sinc, chofer del embajador de la India en 1983. Delito que me preocupó de tal forma que me llevó a hacer un reportaje sobre violencia sexual. Mismo que fue publicado por el Canal Once, durante mi servicio social.
Otro hecho que me conmovió fue el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Centenas de estudiantes salimos ayudar a las víctimas de los sismos. Yo empezaba a hacer mis pininos como fotoreportera. Dejé la cámara y tomé la grabadora para recoger testimonios, reportar necesidades, para recorrer las calles y dar cuenta de las pérdidas humanas y los destrozos. Radio UNAM, me abrió sus puertas y me contrató.
Unos años después, me fui a Radio Educación. Estuve en el departamento de Noticias y en la misma emisora conocí a Patricia Kelly a Bertha Hiriart, quienes tenían una barra temática sobre mujeres, “La causa de la Mujeres”, “Revista semanal” entre otros, donde gustosa colaboré. Tiempo después tuve la oportunidad de hacer mis propias cápsulas informativas sobre el acontecer del género femenino, para posteriormente, tener ya un programa “Dejemos de ser pacientes”, sobre la salud integral de las mujeres.
A 2 décadas de conocer, aprender y formarme como activista, periodista y ahora como académica e investigadora, regreso con mi columna Agridulce con renovadas energías y, por supuesto, con más propuestas.
En varios encuentros y conversaciones que he sostenido con mis estudiantes y colegas, además de las investigaciones que he realizado apoyada en las tres principales consignas del movimiento feminista mexicano: contra la violencia hacia las mujeres (tesis de licenciatura), maternidad libre y voluntaria (tesis de maestría) y por la libre opción sexual (tesis doctoral), todas concatenadas con la transversalización de género en los campos de las ciencias de la comunicación y las ciencias sociales, me han dejado un pendiente, un compromiso del que, me parece, debo hacerme cargo: hacer visible el ser y quehacer de las mujeres y las niñas así como de la población que forma parte de la diversidad sexual, de quienes han optado, asumido y aceptado sus diferencias a más de disentir con la ideología patriarcal.
Recuerdo a Sara Lovera en su incesante lucha por dar voz a las mujeres en su contexto y circunstancias de vida y no sólo reconocerlas como paridoras de sextillizos o como asesinas de viejitas o como ninfómanas descontroladas, tal y como siguen apareciendo en los diarios, en los medios de comunicación electrónicos y digitales, sino dar a conocer e informar sobre otros estilos de vida de mujeres que han apostado por su autodeterminación identitaria. Es decir, una columna periodística con una mirada incluyente que le dé voz a las indígenas, a las jóvenes, a las ancianas, a las trabajadoras, a las estudiantes, a las niñas, a las adolescentes, a un crisol de género donde también tengan voz aquellos hombres que forman parte de los grupos vulnerables.
Todo lo anterior, para justificar el nacimiento de esta columna Agridulce. Un artículo de opinión eminentemente personal y emotivo, sin dejar de lado la objetividad periodística, emanado del sentido común así como del conocimiento, pensamiento y experiencia adquiridas como activista feminista y periodista, especializada en derechos humanos con perspectiva de género, que me permitirá describir, analizar, exponer, argumentar, valorar y orientar al público respecto de sucesos, de hechos noticiosos que son parte del ser y hacer de las mujeres con diversas expresiones de género, orientaciones sexuales, identidades de género y culturales.
¿Por qué Agridulce?
Según Susie Orbach y Luise Eichenbaum, autoras del libro homónimo de 1998, plantean sus reflexiones a partir de la experiencia y solidaridad compartidas entre académicas y activistas del movimiento feminista estadounidense entre 1975 y 1985, texto donde se reflejan las relaciones intra e interpersonales de la mujeres mediante sus vínculos personales y de socialización, a través del amor, la envidia y la competencia establecidas con/entre ellas-nosotras, dentro del sistema patriarcal.
Agridulce, porque las relaciones humanas no son del todo miel sobre hojuelas. Si bien, el feminismo en México ha demostrado que mediante la organización de mujeres en grupos específicos a favor de sus derechos humanos se logran avances corresponsables, tanto en los enlaces personales como en los sociales, en las esferas de lo privado y lo público este proceso no se ha visibilizado, por el contrario ha desatado estigmas, prejuicios, discriminación hasta llegar a la violencia de género.
Agridulce, intentará dar cuenta del ser y hacer de esas mujeres con una identidad sexo-genérica y cultural diversa, diferente, disidente; de esas mujeres vulnerables, pero que con sus luchas han roto con las cadenas del estigma, del prejuicio y de la discriminación. Mujeres que han traspasado los estereotipos sexo-genéricos asignados por la ideología patriarcal. Mujeres portadoras de una identidad emergente; jefas de familia, madres adolescentes, jóvenes que apuestan por una vida libre, autónoma, independiente, en fin, mujeres que muestran nuevas formas de sobrevivencia frente a la vorágine de la ideología patriarcal y sus respectivos mecanismos de dominio; control de la sexualidad femenina, división sexual del trabajo, maternidad obligatoria y heterosexualidad normativa.
Ya lo decía nuestra chamana Chavela Vargas, "cuando las mujeres cambiamos interiormente logramos lo que deseamos en el afuera."
Agridulce, un espacio de reflexión porque es nuestro, porque es tuyo, porque es de todas.