Esta semana se ha convertido en una semana dura para muchas personas. El día lunes 14 de enero el universo musical y cinematográfico perdió a David Bowie y el día de hoy Alan Rickman pasó a mejor vida. El actor británico perdió su lucha contra el cáncer a los 69 años de edad.
Tremenda coincidencia, pero la muerte no discrimina. Hace unos días me encontraba platicando con los colaboradores de Ibero 90.9 preguntándonos quién merecería un gran obituario como el que la estación estaba dedicando a Ziggy, mientras las opiniones surgían y la lista se hacía grande una de mis respuestas fue Alan Rickman.
Los personajes de Alan le dieron una imagen de una persona intimidante o hasta de un intelectual deprimido en repetidas ocasiones, papeles que lo llegaron a posicionar como uno de los 100 mejores actores de la historia (aunque nunca recibió una nominación para un premio de la Academia) y, junto con Ian McKellen y Timothy Spall, se adueñaron de la televisión inglesa así como de todo aquel personaje imponente que debiera ser llevado a la pantalla grande.
Alan es recordado por filmes como Die Hard (1988), Truly Madly Deeply (1990), Galaxy Quest (1999) y sobre todo, la saga que lo trajo a las nuevas generaciones: Harry Potter (2001-2001). Y es que la saga británica del niño mago por excelencia trajo consigo una generación entregada a los fandoms —concepto introducido por los Warsies y Trekkies generaciones atrás— y que junto con su amplia parafernalia, el mundo de los llamados Potterheads se entregó no sólo a los personajes de la saga sino a los actores, como con Alan y su primero odiado y posteriormente aclamado personaje Severus Snape, generando un vínculo entre la utopía de un mundo mágico con el mundo muggle y la fantasía de que fuera real.
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Sólo queda guardar silencio y levantar nuestras varita al aire en señal de respeto. Gracias Alan.
Por siempre Alan Rickman.
1946-2016