Por Cristopher Echenique (@Echenique_Mx) Decía Donald Trump en su campaña que México enviaba lo peor a Estados Unidos, y justamente un día antes de su inauguración como presidente, le mandamos a "El Chapo" Guzmán.
Un día antes de que Donald J. Trump -ese hombre que hunde al peso mexicano con un tuit- se convirtiese en el presidente número 45 de los Estados Unidos, Joaquín Guzmán Loera -líder del cártel de Sinaloa y que logró escapar dos veces de penales mexicanos de máxima seguridad- fue entregado a la justicia estadounidense. Maniobra que resulta inevitable leer como un mensaje político dirigido a la nueva administración trumpista.
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Alrededor de las 20:20 horas, aterrizó en el Aeropuerto de MacArthur de Long Island, el avión en el que Joaquín Guzmán Loera fue extraditado a los Estados Unidos, concluyendo así la sigilosa y sorpresiva operación bajo el nombre "código negro".
En un comunicado, el departamento de Justicia de EE.UU. informó que Guzmán Loera está vinculado a seis diferentes procesos judiciales en ese país; sin embargo, la acusación presentada en el Distrito Este de Nueva York dispone que primero debe entrar a ese distrito para así preservar dicha acusación.
El 20 de mayo pasado, la Cancillería mexicana -a cargo de Luis Videgaray- concedió a Estados Unidos la extradición del líder del Cártel de Sinaloa, quien fuera uno de los criminales más buscados del mundo.
En contra de “El Chapo”, hay demandas en al menos siete estados de la Unión Americana: Arizona, California, Texas, Illinois, Florida, Nueva York y New Hampshire; pero sólo se inició un proceso de extradición por dos: el de la Corte Federal de Distrito para el Distrito Oeste de Texas, emitida en abril de 2012, y el de la Corte de Distrito para el Distrito Sur de California de septiembre de 1995.
En México, deja alrededor de 10 procesos penales pendientes, que tendría que enfrentar después de cumplir la sentencia que le impongan en Estados Unidos.