“Vivo o muerto vendrás conmigo”, es una de las tantas frases célebres con las que cuenta RoboCop (Orion, 1987), frase que podría ser la última que escucharas en caso de no obedecer a la justicia, una de tantas frases icónicas que al oírlas, recuerdan al robótico policía de Detroit que hoy recordamos en este #CineVintage909. Hace 30 años esta película fue dirigida por el holandés Paul Verhoeven (Basic Instinct, Showgirls, Total Recall), no sin antes rechazarla y decirle a su esposa: “no voy a filmar esta porquería”. Hasta que ella le hizo ver el potencial que tenía el guión: “puede que no sea Shakespeare, pero tiene más significado del que crees”. Fue entonces cuando decidió aceptar el reto de filmarla. Cabe mencionar que ésta sería el primer gran filme de Verhoeven en Estados Unidos con un modesto presupuesto de 13 mdd.
Pero si hablamos de RoboCop, es necesario mencionar a Terminator de 1984 cinta que, debido a su éxito unos años antes, provocó que Orion, la casa productora de la película, aceptara el guión para ver a un policía cyborg cobrar venganza de sus asesinos. De hecho, el trailer que se proyectó en cines venía con la famosa fanfarria del filme de James Cameron y Schwarzenegger.
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Sus escritores, Edward Neumeier y Michael Miner, recuerdan que todo fue complicado durante el rodaje, tanto que Miner nunca volvió a escribir otra cinta. Pero si fue así, ¿qué hace a RoboCop el gran Sci Fi que es y por qué ninguna de sus continuaciones —incluyendo la insípida nueva versión de 2014— logró igualarla? Aquí se revisará.
La trama es sencilla: en una Detroit azotada por el crimen, el policía Alex J. Murphy es asesinado. La Omni Consumer Products (OCP) una compañía privatizadora de servicios públicos, decide revivirlo como un cyborg, creando así al oficial perfecto para combatir al crimen, al futuro de las fuerzas policiacas. Sin embargo, conforme avanza la película y recuerda su pasado, sólo buscará venganza de sus perpetradores. Sencilla, en efecto. Pero Verhoeven supo leer entre líneas y sacarle jugo a un guión que tenía mucho más por exprimir, o como él mismo dijo: “lo extendí, lo enfatice y lo impulse”.
Uno de los retos fue cómo debía verse RoboCop. Paul se inspiró en dos robots para la creación del suyo. Primeramente, Maria, del clásico y revolucionario filme Metropolis (1927) de Fritz Lang, y el otro, Gort, de The Day the Earth Stood Still (1951) de Robert Wise. El diseño del traje corrió a cargo de Rob Toppin, quien trabajó con John Carpenter en The Thing (1982) y después haría lo propio con David Fincher en Se7en (1995) y Fight Club (1999)
Verhoeven es un aficionado a la figura de Jesús y de la narrativa mitológica de los Evangelios, así que vio en Murphy una especie de reencarnación de él, de esa admirable figura. Alguien que debía morir de la manera más cruel para posteriormente revivir. Dicho por él mismo: “no hay resurrección, sin crucifixión”. Al imaginarlo, quería que se concibiera de esa manera, como “Satán matando a Jesús”.
No es de extrañarse el impacto que genera esta escena al verla por primera vez: Murphy, tras liquidar a uno de los maleantes y quedar frente a su primer antagonista, Emil, es emboscado por el resto de sus secuaces, incluyendo a su líder, Clarence Boddicker. Éste lo interroga sobre su compañera tirándolo al suelo con un golpe en las corvas, entonces interviene John Cox, el último miembro en sumarse, mientras ríe respondiendo “era dulce, pero la liquidé”. Murphy está sólo y Clarence lo sabe; tiene tiempo, la diversión apenas comienza. Así que primero atrapa la mano derecha bajo su pie y después de jugar un poco al tiro al blanco, la desaparece como “por arte de magia”: con un escopetazo. Murphy, en shock, se levanta apretando su muñón con la otra mano para evitar desangrarse. Ingenuo, no sabe lo que le espera. Se da media vuelta y queda frente a sus captores, entonces la lluvia de plomo comienza. El primer tiro vuela su mermado brazo derecho. A partir de ese momento los impactos no cesan hasta que las cuatro escopetas recortadas se vacían. Murphy agoniza, así que Boddicker lo mata con un tiro de gracia.
(Se recomienda discresión)
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La violencia en esta película no es una casualidad, es uno de los “toques Verhoeven”. Así la imaginó. Para él la violencia debe ser directa, explícita, grotesca, realista y burlesca. Tan exagerada que fuera casi absurda. Retomemos la muerte de Murphy para ejemplificar: cuando le vuelan la mano, Boddicker le dice a sus secuaces “no sean así, échenle una mano”; o, al quedarse sin balas, uno de los maleantes le pregunta cantando en tono agudo: “¿acaso te duele, acaso te duele?”. Escena violenta e irónica, como muchas de la cinta.
El director también tuvo que ver en el cast de los personajes y eso dio otro toque. Tomó actores preconcebidos en otros papeles y los puso en roles contrarios. Como es el caso de otra de las némesis de RoboCop, Ronny Cox (Dick Jones), un despiadado y ambicioso ejecutivo quien hasta ese momento era un actor que interpretaba personajes campiranos y bonachones. O Nancy Allen (Anne Lewis), concebida como una chica adolescente americana un poco perversa (en Carrie interpreta a Chris Hargensen), cambia radicalmente en RoboCop, donde el director le ordena cortarse sus característicos rizos rubios para volverse la fiel y ruda compañera de Murphy.
Otra razón por la que este largometraje es más que ciencia ficción, es por su concepción de malicia y de la maldad. A lo largo de la cinta aparecen muchos villanos, los mencionados Boddicker, Dick Jones o el robot ED-209, pero en esta película, hasta el Estado es considerado un enemigo — tema en el que ahondaremos más tarde. También están los ambiciosos ejecutivos, esos ladrones de cuello blanco que mienten y roban en nombre de sus corporaciones, que viven en un piso 50 alienados de la sociedad. Por lo que no es accidental que el creador de RoboCop en la OCP, Bob Morton (Miguel Ferrer [QEPD]), un ególatra yuppie, termine asesinado por el mismo crimen que creía combatir detrás de su escritorio. Como dice irónicamente uno de los matones en la cinta: “la mejor manera de hacer dinero es a través del corporativismo”.
En la imagen se aprecia a tres villanos de diferente naturaleza: Boddicker (de pie), Dick Jones (en pantallas) y Bob Morton (en el piso).
Ese tipo de guiones y escenas, esos guiños hacía un Estados Unidos en decadencia, es una constante en RoboCop, y, nuevamente, vienen del ojo de su director. Paul considera esta película como una “sátira estadounidense de los ochenta”. Es su visión como director foráneo, su percepción, así que se dedicó a reflejarla. El filme tiene su propio contexto social, moral y económico, construye su propia realidad a través de pequeños detalles: contiene noticieros —con comerciales coyunturales dentro de los mismos— y series creadas especialmente para ella (It´s Not My Problem). Como muestra, gran parte de la banda principal de matones está compuesta por minorías aisladas del sueño americano, como es el caso de Steve Minh (presumiblemente de ascendencia vietnamita), Joe P. Cox (afroamericano) y Emil Antonowsky (probablemente de ascendencia rusa). Eso sí, guiados por dos estadounidenses, Leon Nash y su líder, el despiadado Clarence J. Boddicker.
Ahora, profundicemos en Clarence. Caracterizado por Kurtwood Smith (conocido posteriormente como Red, el papá de Eric y Laurie Forman en That´s 70’s Show), Clarence es el principal antagonista de la historia. Smith audicionó para dos papeles: el de Dick Jones y el de Boddicker. Sorpresa se llevó al enterarse que se había quedado con el segundo, ya que él juró que representaría a Jones. Verhoeven reconoce que lo eligió por parecerse físicamente a Heinrich Himmler (Reichsführer de la SS durante la Segunda Guerra Mundial), quería a alguien con rasgos y gestos agresivos, y lo encontró en Kurtwood. Su actuación es violentamente soberbia.
RoboCop no solo fue la primera gran cinta de Verhoeven en Estados Unidos, también fue su primer Sci Fi, por lo que otro reto fueron los efectos especiales. ¿Cómo debía verse RoboCop? ¿El ED-209? ¿Las explosiones? Para él era fundamental que todo se viera lo más realista posible.
RoboCop se pensó para que fuera lo más humano posible, de eso no había duda, justo para crear empatía con el espectador. En un principio Peter Wheeler (Murphy/RoboCop) imaginó que se movería ágil y rápidamente. Menuda sorpresa se llevó él y todo el set al ver que apenas podía moverse dentro del traje. La primera vez se necesitaron 11 horas para colocarlo. La grabación tuvo que detenerse un par de días para que pudiera practicar nuevos movimientos, ya que el traje llegó el día que se requería y no con los meses de anticipación planeados. Éste llegó a provocar deshidratación y pérdida de peso en el actor —1.5 kg diarios—, por lo que hubo que instalar sistemas de ventilación. El traje era de plástico, pero en pantalla luce imponente, este efecto se logró a través de varias técnicas: mantener el traje con brillo todo el tiempo con el uso ceras y aceites, tomas hechas con mucha luz para que el traje siempre reflejara a su alrededor y así tener un perfil poderoso; además del uso de cámaras bajas en ángulos ídem para que el espectador pareciera levantar la vista y generar admiración, grandeza y poderío. A esta parte visual, hay que agregarle los efectos de sonido robótico que dieron aún más realismo al personaje.
En lo que se refiere a su némesis robótica, el Enforcement Droid Series 209, mejor conocido como ED-209, se hizo justo lo contrario: un robot hecho y derecho, sin reminiscencias a la forma humana. Tanto que la rejilla frontal se volteó del diseño original, ya que parecía que sonreía. Fue concebido como un muscle car: con mucho poder, pero torpe y poco funcional. Además de ser parcialmente invidente, como algunas veces lo es la misma ley. Por presupuesto se decidió animar a través de la técnica de stop motion, lo que significa que se le dio vida cuadro a cuadro. De hecho hubo dos versiones: una de tamaño real para las tomas estáticas y uno de menor escala para las tomas en movimiento.
En RoboCop todo lo que pudo hacerse "a la vieja usanza", de manera manual, se hizo. La mencionada animación por cuadro, maquetas y hasta las explosiones que cabe mencionar, fueron reales —nada de pantalla azul. De hecho estuvieron a punto de cancelarles la filmación después de la provocada en la gasolinera, ya que parte del edificio de a lado se incendió, por lo que el Ayuntamiento de Dallas —donde gran parte de la película se grabó— les prohibió hacer de nuevo algo similar.
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Musicalmente hablando y como se mencionó al inicio de este texto, RoboCop también se caracterizó por tener una fanfarria muy reconocible, pero que no se conoció hasta su estreno. El encargado fue el griego Basil Poledouris (QEPD), y al igual que nuestro héroe, fue concebida mitad robot, mitad humana. La parte robótica fue hecha con sintetizadores y percusiones electrónicas, y la humana, con una orquesta.
Pero además de ser un gran filme de acción cargada de todos estos elementos, RoboCop cuenta con otros factores invisibles que ponen en tela de juicio nuestra propia humanidad. Al ser asesinado, Murphy se vuelve un vil producto seriado, como dicen en el filme al cuestionarse si lo que hacen es ético o no: “él firmó, así que nos pertenece y podemos hacer lo que queramos”. Sin embargo, Murphy recupera poco a poco su humanidad, su memoria, ¿y esa de quién es, del Estado, de él mismo o está perdida en su inconsciente? Conforme avanza la cinta, RoboCop se vuelve cada vez más Murphy, más humano, lleno de dudas y ¿sentimientos? Este pensar es avanzado para la época, sobre todo si se toma en cuenta que actualmente se considera a los robots más avanzados aquellos que son más parecidos a nosotros, es decir, a seres imperfectos. No es un humano, pero tampoco es un robot, tal vez solo sea él mismo.
RoboCop fue concebida y creada dentro de un caos, uno que Paul Verhoeven logró orquestar para dejar no solo una gran película de ciencia ficción, sino una obra de culto llena de matices que abarcan todo el espectro de las emociones humanas. Logra generar empatía por un héroe que muere a los 25 minutos del filme; que queramos venganza, dejando de lado a la justicia, y a nosotros un alivio al ver como mueren sus captores uno a uno, de las maneras más crudas posibles. Ese es Verhoeven, un director visceral más que visual, uno que siente cada toma. No es un Kubrick que dejará tomas estéticas y largas para ser admiradas; él gritará y hasta bailará en el set, para obtener los resultados deseados.
Verhoeven, mostrando a sus actores como debían bailar en la escena requerida, captado infraganti e insertado en la cinta.
RoboCop es un película que empodera y llena de esperanza; esa es la intención del director. Como se mencionó, fiel seguidor de algunas figuras religiosas, así que vio en este filme la opción de crear a un Jesús moderno y norteamericano; que porte pistola, que sea capaz de caminar sobre agua e infalible a la corrupción humana.
“Gracias por su cooperación”