‘Performer’ de Montero, un vuelo directo y sin escalas hacia una colorida fantasia
Así es siempre: el aeropuerto no podría ser un lugar menos agradable. Gente corriendo de un lado a otro, todo en constante tensión, mientras más artificial o desechable sea en mayor cantidad se hará presente. A menos que seas el protagonista de una novela de Walter Kirn es casi imposible que te agrade estar ahí. Pero bueno, no tienes opción; ese viaje debe hacerse y lo mas que puedes hacer es buscar no padecerlo de más. Camino a tu anden te detienes un pequeño puesto de revistas y atrae tu atención un pequeño libro con coloridos personajes. “Seguro es para niños”, piensas con premura, antes de reparar en ese pequeño pato azul que se percibe incomprendido entre una multitud. Te identificas con él, y antes de otra cosa pagas por el libro para poder revisarlo con calma durante el vuelo. Ya abordo lees “B. Montero” en una esquina y conforme el avión despega te vas adentrando más y más en la obra del mencionado intérprete.
Oriundo de Melbourne, Australia, pero residente de Atenas, Grecia, Bjenny Montero se ha hecho de un nombre en Internet a partir de su obra artística plagada de pequeñas viñetas melancólicas en las que cosas aparentemente insignificantes (como poner una canción triste más antes de dormir) se tornan esenciales. Su debut como músico, The Loving Gaze, vio la luz en el 2013 via Mistletone Records, mas era un compilado de sencillos como “Dead Heads Come To Dinner” que ya habían sido previamente lanzados. Una vez que incursionó en este segundo rubro, su obra se vio potencialmente expuesta a toda una nueva audiencia cuando empezó a hacer carteles de conciertos para Ariel Pink, y playeras para Mac DeMarco y Kurt Vile; pero sin duda el cenit lo alcanzaría al hacer la portada del Man, It Feels Like Space Again de Pond: Se relacionó con su compatriota Jay Watson, pieza central del “Club de Parker” y todo cambio.
Desde la grabación de Performer (2018, Chapter Music), segundo álbum de estudio de Montero, es notoria la influencia que un miembro de Tame Impala puede tener en un álbum aunque sólo lo produzca; después de todo, los Tileyard Studios de Mark Ronson no se le abren a cualquiera, y menos aún con Riccardo Damian, ingeniero de audio detrás del Uptown Special de Mark Ronson, el At.Long.Last.ASAP de A$AP Rocky y el Process de Sampha, como mano derecha de Watson. Con el puesto detrás de la consola en buenas manos, Montero pudo dejar fluir su imaginación en los temas que compondrían su segundo larga duración.
Desde la primera canción, “Montero Airlines”, el australiano nos habla desde la cabina central de un avión que está a punto de despegar hacia un colorido destino entre las nubes, como aquella primera advertencia que Jason Pierce hiciera en el ’97: un sensual viaje está a punto de iniciar. Con el progresivo avance de los temas se llega a “Running Race”, un tema que bien podría pertenecer a los hermanos Gibb, que es la estampa perfecta del segundo material de Montero: Es entrañable y le habla a sus escucha, recordandoles en este caso que “No debes permitir que esas lecciones recibidas se desperdicien, pues la vida es una pista de carreras”. Además hay que añadirle como reconocimiento especial por el adorable video que promociona esta canción como sencillo; en él se ve a los personajes de Bjenny cobrar vida como muñecos de plastilina en un psicotrópico stop-motion que hasta haría sonreír a Nick Park.
Si de sencillos en Performer se habla, “Vibrations” es una parada obligada. Si los Beach Boys tuvieran “queveres gerontofílicos” con Tame Impala y se les entrometiera Electric Light Orchestra, eso sería este tema; mención honorífica al solo de efectos hacia el final de la canción, que más que alterar la dinámica de la misma la engrandece. Y para dar un merecido aterrizaje al viaje que se ha experimentado llega el tema “Pilot”, como prófugo de aquel laureado Graceland de Paul Simon que irrumpiera a mediados de los ochentas, y que desvanece todo mientras repite constantemente “Estoy listo para ir a donde el viento sople, Voy a probar que soy un piloto”.
No hay duda, si de algo se puede jactar Montero con su Performer es de poseer una gran cohesión entre los visuales que presenta en su obra artística y los sonidos que producen, mismos que dan vida a los primeros; de igual forma es de reconocer la capacidad de tomar ciertos riesgos al ponerle tintes psicodélicos a su obra, lo suficiente para que pueda musicalizar la nube rosada sobre la que se vuela cuando se está “elevado”, pero no tanto como para que haya turbulencia y el final se torne catastrófico.
Al final, Performer es un acierto del más nuevo miembro de una oleada de neo-psicodelia australiana que ha dominado lo que va de década, como si de los Guerreros de Golden-State se tratara, con Tame Impala en el papel de Stephen Curry. Es su momento, están en la cima y hay que disfrutarlos mientras se pueda, porque no hay que olvidar que, por más exitosos que sean hoy día, hay otros equipos en competencia y nuevas figuras buscando labrar su nombre (o su arte) en los almanaques, como Bjenny Montero.