Cuando las tradiciones están en peligro, la única forma de salvarlas es compartiéndolas. Sólo cuando se toma el esfuerzo y la dedicación de enseñar lo que para uno es importante se transmiten las mismas ganas de mantenerlo vivo. Algo así sucede en esta pequeña comedia inglesa que toma una premisa divertida pero controversial, un panadero judío está por perder su negocio a las manos de un magnate que quiere construir sobre el edificio su plaza comercial, cuando un joven musulmán le ayuda a levantar el negocio vendiendo pan con marihuana. La panadería kosher, Dayan & Sons ha estado en el mismo lugar por 60 años pero la clientela cada vez se hace más escasa y las dinámicas –no sólo económicas sino también sociales– no son las mismas. El mercado liberal se come a pasos agigantados las pequeñas empresas familiares para construir monopolios impersonales, el mismo modelo económico que ha provocado guerras en países menos poderosos y a consecuencia una migración forzada poco bienvenida.
Cuando el único asistente de la tienda renuncia, Natan Dayan (interpretado por Jonathan Pryce) se ve en la necesidad de contratar a regañadientes a un joven inmigrante para que lo ayude con un negocio que va a pique. La trama se complica un poco si reconocemos que el primero es judío y el segundo es musulmán. No sólo es musulmán sino también un adolescente que no encaja en la sociedad y no encuentra otra oportunidad para hacer dinero que vendiendo droga, la cual accidentalmente cae un buen día en la masa del challah y le regala un nuevo aire al local: nueva clientela y fama.
El desenlace es previsible pero no importa mucho porque la película es directa y honesta, no da muchas vueltas en el problema que enfrenta, el joven musulmán y el señor mayor judío crean una familia extraña pero funcional y muy valiente. La dirección de John Goldschmidt es efectiva, crea una comedia estilo sitcom liviana y alegre, sustentada por actuaciones de dos grandes: Jonathan Pryce –quien le da una dimensión mayor a su personaje: un hombre triste viudo, fanático de Singing In The Rain que cree en el poder de la comunidad y familia– y Pauline Collins que aunque tiene un papel secundario, le da un respiro de humor y calidez. Juntos forman una sociedad ideal en donde todos trabajan hombro a hombro sin conflictos.
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