La extinción de los álbumes
Por: Jerónimo Boullosa
“Una carta de amor moderna para los álbumes que cambiaron el mundo en el que vivimos”, eso fue lo que dijo Apple Music al referirse a su listado de Top 100 álbumes, el cuál ha causado mucha controversia. Algunos se han atrevido a llamarlo un acto de hipocresía, y puede que tengan algo de razón…
Somos la generación que fue testigo de cómo un celular ladrillo se transformó en un iPhone, un libro impreso en una pantalla y un mapa de papel en Waze. De palabras nerviosas para aquel que pescó tus ojos a un swipe en Tinder y de una secretaria en un escritorio a Siri (o Alexa). Estos cambios se han dado por las grandes industrias… cambios veloces a los que uno como simple mortal intenta adaptarse para atrapar ese veloz vagón en el que se mueve la sociedad.
Y vaya que es difícil… Recuerdo que en 2013, en mis intentos de no quedarme tirado en el riel de la vida, quedé sorprendido al saber que existía algo llamado iTunes (que ahora conocemos como Apple Music) con lo que podías picarle a una rola y comprarla, en lugar de comprar los viejos álbumes que me presumía orgulloso mi abuelo y que eventualmente acaban arrumbados en una esquina llenos de polvo. En aquellos tiempos andaba con mi iTouch y una sola misión: comprar la canción “We Own It” del soundtrack de Fast and Furious 6. Y al picarle, sin saber bien como agarrarle la onda a semejante tecnología, terminé comprando el álbum completo.
Y esa canción era lo único que escuchaba en las carreteras. A pesar de tener todo el álbum del soundtrack, escuchaba la misma canción una y otra vez. Esa era la única rola que me interesaba y pues, ¿para qué escuchar el resto del álbum si con un clic podía disfrutar de 6 horas de “We Own It” en loop camino a Ixtapa? Eso era lo que ensordecía mis orejas felizmente, sin saber que me encontraba en medio de la extinción de los álbumes.
Sé que es un poco exagerado comparar una colección de canciones con seres vivos que se están quedando sin especímenes… pero verán que no estoy tan alejado de la realidad. La tecnología ha causado que todo se vuelva relativamente efímero y las plataformas de streaming, incluída Apple Music, al ofrecer a la gente un servicio cómodo de canciones ilimitadas ha despertado el deseo de practicidad e inmediatez que los seres humanos llevan dentro por milenios. La gente ahora no quiere que sus oídos se cansen escuchando álbumes enteros e incluso a veces prefieren escuchar sólo partes de dicha canción.
Pues eso es lo que hace el streaming y la industria, agarran esos pedazos de carne fibrosa y nutritiva, lo cortan en cachitos, lo licuan y ese puré fácil de digerir nos lo dan en la boca. Y eso, mezclado con el exceso de producciones que existe, con los algoritmos que se aseguran de aventarte no otra cosa diferente a tus gustos, y con la tóxica relación que desarrollamos los humanos con la inmediatez, son el cúmulo de factores que han hecho que sólo queden unos cuántos ejemplares de devoradores de álbumes enteros (menos que los del panda me atrevería a decir).
Uno de esos ejemplares es mi abuelo. Recuerdo lo extraño que me parecía verlo acercarse a su estante lleno de discos. Con sus manos temblorosas tomaba uno de sus álbumes, lo desempolvaba y dejaba la música en espiral vibrar en el tocadiscos. Se sentaba en su sillón y al instante se pintaba una sonrisa en su rostro. Qué nostalgia me dan esos tiempos que apenas viví. Extraño disfrutar de un ritual tan bonito para algo que pareciera tan banal como escuchar música.
Eso me deja pensando, ¿Qué tanto afecta la tecnología a la manera que escuchamos arte?, ¿Qué tan fácil quiero que me den las cosas?, y ¿Qué tanto más vamos a querer que la industria nos facilite las cosas? Porque antes de que nos demos cuenta acabaremos olvidando masticar la carne.