Dos pirámides, un tren y un hotel entre la selva
Antes de que los celulares recuperen la señal, entrando a Calakmul, ya sorprende la selva partida a la mitad, primero por la carretera, después por un acueducto en construcción y luego por el aún inexistente Tren Maya que algún día recorrerá esta zona.
Los caminos están llenos de mujeres que dirigen el tráfico, cubiertas por completo para resguardarse del sol, camiones de carga que llevan material para rellenar, máquinas excavadoras, trabajadores de construcción locales, pero también de otros estados y la inevitable presencia de la Guardia Nacional.
No hace falta preguntar mucho. Es claro, desde que una entra a Calakmul, que el carril de tierra blanca al costado de la carretera está destinado para el tren. La sorpresa no radica solo en la selva recién deforestada, sino también en los caminos recién abiertos: ramificaciones creadas a punta de machetazos y maquinazos que se abrieron paso entre la vegetación para facilitar el resto de la construcción. La deforestación no se limita a un carril ni está solo junto a la carretera.
Según la Secretaría del Bienestar el 23.5 por ciento de la población de Calakmul, municipio de Campeche, vive en pobreza extrema, y el 51 por ciento vive en pobreza moderada. Si se toma en cuenta que fue una de las ciudades más importantes del Clásico Maya la cifra sorprende, pero según datos publicados por la Organización de las Naciones Unidas en el 2030 habrá muchos más empleos en la región, la pobreza habrá disminuído y la escolaridad habrá aumentado gracias al proyecto promesa del gobierno federal, el Tren Maya.
El municipio no es tan conocido como Chichen Itzá, por ejemplo, pero es uno de los primeros patrimonios mixtos del mundo y tiene la segunda reserva ecológica más grande de América. Es más importante de lo que el mundo le reconoce, pero Calakmul también se mantiene principalmente de la agricultura y del turismo. Es una tierra formada por migrantes provenientes mayoritariamente de Chiapas y sufre de falta de agua potable, de transporte público, señal telefónica y desde agosto del 2022, también sufre la construcción del tramo siete del Tren Maya, planeado para recorrer la selva desde Campeche, hasta Quintana Roo.
El Tren en el sureste no es una idea nueva. Se planteó primero en 1857 y su trazado siguió creciendo por la península de Yucatán hasta mediados del siglo pasado. Lo cuestionable de este tramo, el que ya está inaugurado, es su rentabilidad y qué tanto podrá atraer a los turistas que podrían preferir viajar en avión.
En cuestión ambiental están, sin duda, los nuevos tramos, como el siete, que incluyen la deforestación de la selva y con ella, según expertos en medio ambiente, la división del ecosistema de cientos de especies.
Los habitantes de Calakmul supieron por los medios de comunicación que el Tren Maya, el gran proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador, pasaría por su municipio. No transcurrió mucho tiempo para que varios ejidos fueran visitados por representantes del Gobierno Federal. El Fondo Nacional de Fomento Turístico, FONATUR, en compañía de la ONU-Habitat, fueron quienes les informaron a las comunidades sobre el proyecto, hicieron talleres y les prometieron desarrollo económico.
A pesar de las atenciones del principio, Oscar Dzib, ejidatario de 20 de noviembre, una comunidad de 500 habitantes, cree en retrospectiva que los pobladores no fueron informados correctamente y reclama que, sobre todo la ONU, en quien más confiaba, los ha dejado sin seguimiento, ni nueva información.
En el ejido de Dzib, luego de que sí se explotaron las tierras y sus recursos, aprendieron que es mejor conservar lo que tienen y aprovecharlo sin dañar la naturaleza. Son famosos por los talleres de madera llevados por mujeres, la miel melipona y Oscar en particular por sus artesanías hechas solo con desechos de la selva, sin arrancar ni un solo fruto.
Dzib recuerda que algunos miembros de su ejido, sobre todo quienes vivían a las afueras, decidieron vender sus pedazos de tierra junto con los derechos que les daban en la comunidad luego de que no pudieron talar más árboles. Alguien las compró y ese alguién las revendió, para que ahí se construya el Tren Maya,
Oscar ve con entusiasmo el progreso económico que podría traer el tren, pero asegura que nadie les ha informado sobre cómo es que los productores locales y quienes ya viven del turismo serán incluídos en el megaproyecto.
A poco más de una hora de camino en coche, en el Campamento Yaaxche, dentro de la reserva ecológica, vive Fernando Sastré. Originario de la Ciudad de México, pero defensor de lo que ahora considera su hogar, ya que ahí nacieron su esposa y su hijo.
Él y su familia fueron de los primeros de la zona en incursionar en el ecoturismo y tenía, hasta hace dos años, muy claras las restricciones de lo que implica estar en un patrimonio mixto. Hay que preservar el medio ambiente a la par de las construcciones arquitectónicas del Clásico Maya, como la zona Arqueológica de Calakmul.
Sastré no solo vive la construcción del Tren por todo Calakmul y, peor, justo a la entrada de la reserva, sino que también vive el paso de los camiones de carga junto a su casa y los elementos de las Fuerzas Armadas que, asegura, se roban las cervezas y los refrescos de su restaurante. Sospecha que son ellos porque antes de la construcción no sufría robos por las noches y ahora desaparece la mercancía que le ayuda a sostener a su familia.
Recuerda también los acuerdos que firmaron con FONATUR y la ONU, pero igual que Dzib, siente un gran abandono y falta de inclusión en el proyecto promesa. Aunque claro, le duele la construcción de un hotel de 144 habitaciones a 10 kilómetros de la zona arqueológica y en plena reserva ecológica.
Fernando conoce muy bien a Enrique, un guía de turistas del municipio que durante su juventud trabajó en los gobiernos locales hasta que harto de la politiquería decidió abrir su propia empresa de turismo. Enrique ha sido una de las voces más fuertes en contra del Tren Maya porque entiende los estragos ecológicos que puede causar.
El guía se ha vuelto tan popular que llevó a recorrer la construcción del Tren Maya al actor y activista mexicano Diego Luna, pero ese solo es un dato curioso. Lo que sí importa es que Enrique no solo le muestra a los interesados el camino de tierra blanca recién deforestado por el que pasará el Tren Maya, sino que también recorre los otros caminos. Los que a punta de machetazos y maquinazos han abierto los trabajadores del Gobierno Federal para darle paso a los camiones de carga, pipas y demás artefactos necesarios para que una obra de esa magnitud funcione.
Enrique no es biólogo, pero sí Ernesto y Rodrigo, a quienes nombraremos así porque pidieron que su testimonio se reprodujera de forma confidencial.. Ambos aseguran que antes había un trabajo en conjunto entre la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y las organizaciones interesadas por el estudio y la preservación de flora y fauna de Calakmul, pero, dicen, con el Tren Maya la CONANP se ha vuelto mucho más laxa y no entienden cómo se entregaron los permisos para el hotel de la reserva.
Rodrigo, parte de una organización con presencia internacional, asegura que no existe un estudio de impacto ambiental con evidencia suficiente para justificar las obras y que además contemple la construcción del hotel, del Tren y de los caminos aledaños que se han abierto a lo largo de la selva. Tampoco, dice, existe uno que considere el impacto social a corto y largo plazo.
“Los documentos están vacíos de manera sistemática. A lo mejor sí trae toda la información detallada en cuanto al impacto que va a tener el trazo del tren. El problema es que el trazo no es lo único que impacta(...) En realidad los impactos reales no van a ser las vías, va a ser como todas las consecuencias de traer más personas alrededor”.
En julio del 2023 se publicó el Estudio Previo Justificativo para la Modificación de la Declaratoria del Área Natural Protegida de la Reserva de la Biósfera de Calakmul y en septiembre del mismo año se publicó el decreto que oficialmente modifica las zonas núcleo, cuyo objetivo solo es la preservación y en donde no se puede realizar ningún tipo de actividad, y las zonas de amortiguamiento donde se permiten actividades económicas de bajo impacto, como el campamento de Fernando.
Ese es el reclamo de Sastré, quien asegura que los pobladores fueron engañados porque el terreno en donde hoy se construye la parada del Tren Maya, justo a la entrada de la reserva de Calakmul, había sido destinado para el Hotel que hoy se construye a 10 kilómetros de la zona arqueológica y donde a los habitantes de los ejidos dentro de la reserva no se les permitía ni siquiera la producción de miel.
En el estudio que respalda las modificaciones en la Reserva de la Biosfera de Calakmul se argumenta que hay presencia de asentamientos humanos y áreas con usos agropecuarios, por lo que se recomienda modificar esas zonas núcleo a zonas de amortiguamiento y así se permitirían más actividades de bajo impacto en donde antes solo se permitía la preservación de la flora y la fauna.
Ernesto, otra persona que pidió que resguardáramos su identidad para proteger su trabajo en una organización civil, cuenta que cuando se hizo la consulta pública a las comunidades las ONGs también señalaron las ambigüedades de la documentación de los estudios, pero no fueron tomadas en cuenta por las autoridades.
El impacto ambiental es claro, por lo menos para los ambientalistas, pero importan también los habitantes de los ejidos. Fernando se siente engañado e inseguro, mientras que Oscar siente que es excluido del proyecto y sin la información necesaria.
Por otro lado, pasando el cuartel militar que el presidente Andrés Manuel López Obrador visita cada dos semanas para hacer sus recorridos por el tren, se encuentra el ejido de Castilla Brito. La mayoría de sus habitantes son migrantes que llegaron desde Chiapas en busca de tierras propias después de la explosión del volcán Chichón en 1982.
Uno de los habitantes que llegó a poblar el ejido es Alejandro Guzmán. Él no solo es ejidatario, sino que ya es representante de toda su comunidad. Algunos de sus hijos, como él, se dedican a la agricultura mientras que otros se mudaron a destinos turísticos más conocidos.
Don Alejandro recuerda con una sonrisa los talleres en los que participó con FONATUR y la ONU-Habitat al principio del proyecto, pero a la vez está inconforme. Igual que Fernando en la Reserva y Oscar en su taller de artesanías, se siente abandonado. Dice que no han tenido noticias sobre cómo se van a beneficiar con el tren y no ha habido seguimiento para su comunidad.
Sentado en la mesa de madera dentro de su casa y rodeado de algunos de sus nietos, una de sus hijas y su esposa, Alejandro aseguró que la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, es la causante de que los caminos de Calakmul estén destrozados por el paso de los camiones de carga que transportan material para el Tren. Recordó cuando, inconformes por la falta de servicios y de respuesta por las autoridades, bloquearon la carretera atrapando a la propia gobernadora durante sus recorridos. A pesar de eso nada ha mejorado.
Después de comer tamales de elote y con sus costales de cosecha de chile serrano frente a él, Alejandro contó que es el presidente quien sí se preocupa por cumplir. Dice que, a diferencia de la gobernadora, López Obrador nunca le ha fallado a su familia. Hizo cuentas. Entre el apoyo que recibe para la siembra, las becas de sus nietos o apoyo para adulto mayor, en su casa se benefician de por lo menos cinco programas sociales. Por eso Alejandro confía en que el Tren Maya, como prometió el presidente, traerá beneficios para su familia.
Los primeros tramos de la obra ya están en funcionamiento, básicamente los que recuperaron las vías de Ferrosur, que habían quedado en desuso después de su privatización. Según los directivos del transporte, los boletos para el primer viaje del 16 de diciembre del 2023 se vendieron en 20 minutos y, por supuesto, López Obrador ha estado presente en el viaje inicial de cada tramo.
De la propuesta original los tramos que han causado más preocupación entre ambientalistas son el 5, 6 y 7, aún en construcción y que se espera estén listos en febrero del 2024. Pero los habitantes de Calakmul no creen que ese plazo se cumpla.
Luis Enrique Alvarado Moo tiene un baño privado en su oficina, un peluche de Andrés Manuel López Obrador en el librero, una libreta de la compañía de inversiones Orlando, Princess Villa y dos cuadros en la pared; uno de Layda Sansores y otro de AMLO. Le gusta la atención y platicar de su trayectoria política. Como todo buen político se asegura parte del pueblo, hablándole horizontalmente a su gente. Dice que no necesita chofer, ni seguridad.
Así, a pesar de las fotos de sus jefes en la oficina, Luis Moo ve difícil el término de la obra o su éxito y no porque no esté de acuerdo, sino porque asegura, no se están tomando en cuenta las condiciones del suelo campechano.
Los ingenieros de Campeche, dice, saben cómo estabilizar el suelo sin sacar el material. Aquí los ingenieros de la Ciudad de México quieren construir como hacen allá y por eso excavaron mucho para encontrar un mejor suelo sin saber que no lo iban a conseguir y ahora intentan rellenar con toneladas de material. El problema, asegura Moo, es que tampoco piden apoyo de los ingenieros locales.
A pesar de eso, asegura que los habitantes de Calakmul, aprueban el Tren Maya. Dejando de lado las quejas constantes de los caminos, de la preocupación por que se termine el agua en la región y por los ya cotidianos apagones, el presidente municipal dice que las protestas que han existido en el municipio vienen de personas que habitan Yucatán.
Oscar y Don Alejandro están indecisos sobre los beneficios, pero los estudiantes de la Universidad Tecnológica de Calakmul no tienen demasiadas quejas. En un sondeo hecho por los micrófonos de Ibero 90.9 a estudiantes de los primeros cuatrimestres algunos aseguraron tener esperanza en que el proyecto les ayude a llegar de sus casas a la escuela mucho más rápido porque algunos invierten dos horas en su trayecto en camión y otros, sobre todo los estudiantes que ya tienen una moto, no creen que les cambie demasiado la vida.
Todos conviven muy de cerca con la construcción y es que la parada de Xpujil se está construyendo del otro lado de la calle, frente a la puerta de su universidad, pero no se quejan del ruido. Abisaí Pérez está terminando la licenciatura en turismo, es nieto de Don Alejandro y también habita Castilla Brito. Él reflexionó sobre el discurso que maneja su escuela y dice que sí hay maestros que hacen énfasis en la deforestación, pero en general los comentarios son a favor del proyecto y con esperanza de progreso. Del hotel en la reserva nadie habla.
A pesar de la aprobación o ilusión que pueda tener el Tren hay preocupaciones más inmediatas entre los habitantes del municipio. El más visible es el abastecimiento del agua y es que, a diferencia de otras zonas del sur del país, Calakmul no tiene demasiadas fuentes de agua. Por eso en un inicio los habitantes sí protestaron y exigieron la construcción de un acueducto a la par de las vías. Tampoco se ha terminado.
Por otro lado, José Contreras, parte del Comité de Turismo y Medio Ambiente de Calakmul, se preocupa por la delincuencia que se pueda empezar a generar después de que se termine el tren y es que, tal como dice el presidente municipal, el proyecto ha dado empleos a buena parte de la población. Tanto que los servicios de albañilería, carpintería o plomería subieron de precio porque no hay quién los haga. José se pregunta qué va a pasar con toda esa gente cuando dejen de tener trabajo o cuando Calakmul sea más transitado.
Además, la apertura masiva de empleos trajo consigo a gente de otros estados que necesitan vivienda, comida y servicios básicos. La alta demanda ha elevado los costos de la vida cotidiana de Calakmul, un Calakmul que no ve cerca la llegada de los turistas.
Aunque los turistas también son preocupantes y es que el presidente municipal, el integrante del Comité de Turismo y Oscar, saben que su región no podría recibir una cantidad masiva de gente ni por temporadas, ni de forma constante. La antigüedad de las zonas arqueológicas y lo delicado de la biosfera hacen indispensable que solo sean visitados por pocas personas a la vez y ese es otro de los temas que el proyecto no ha dejado claro.
Para este reportaje fueron solicitadas entrevistas con FONATUR, la UNESCO y ONU-Habitat, pero no hubo respuesta de ninguna de las partes.
Mientras la promesa de la inauguración del Tren Maya para febrero del 2024 continúa, los habitantes de Calakmul aprenden a convivir con las calles nuevas atrás de sus casas, esas que apenas tienen un par de años y que existen donde antes había selva. Los calakmulenses conviven con nuevas calles sin pavimentación y con trazos improvisados que les llenan de tierra o de lodo los zapatos mientras esquivan una multitud de camiones que meten material por esas calles y terminan de sacar lo que queda de lo que un día fue la casa de los mayas.