A Juan Cirerol también le gustan los corridos tumbados
El más rockero de los norteños (¿o más norteño de los rockeros?) habla sobre la evolución de la música regional, la irrupción de Natanael Cano y el bajo de Peso Pluma.
Tengo la voz de Juan Cirerol en las orejas. De alguna manera esta es una experiencia cotidiana - ya perdí la cuenta de la cantidad de vueltas que le he dado al “Ofrenda al Mictlán”, su disco debut del 2009, y al “Todo Fine”, del 2014 -, pero esta vez el sonido no es la melodía nasal de vocales largas de un compositor que narra sus lamentos. Es, en cambio, la tonada abrupta de un cachanilla que tiene ganas de hablar de música norteña.
“Acá de este lado tumbado se refiere a lo cholo”, dice Cirerol desde Mexicali, refiriéndose a su pedacito de norte, su pedacito de frontera. Aunque prefiere estudiar los corridos “viejitos”, le interesan los intérpretes de eso que hoy conocemos como corridos tumbados - Natanael Cano, Junior H, Peso Pluma - porque, en sus palabras, “marcaron una evolución súper fuerte en la manera en la que se puede tocar una canción”.
Cirerol traza una historia mínima de los tumbados. La música ranchera se comenzó a urbanizar con El Komander y su movimiento alterado, acusado a mediados de la década pasada de celebrar al crimen organizado en sus corridos. Después llegó la innovación musical: el bajo chicoteado. “Ese bajo que suena así medio picudo, antes de ser tololoche ya se oía medio cholo, medio tumbado”, dice Cirerol. “Los primeros que comenzaron a chicotear el bajo fueron unas personas que se llaman Arsenal Efectivo en el 2015”.
De acuerdo con el relato de Cirerol, artistas como Ariel Camacho y Los Nuevos Ilegales construyeron sobre ese bajo y así fue creciendo el movimiento que ha recorrido el mundo. “Son de otra generación muy diferente y se nota, ¿no?”, apunta Cirerol. “A uno que le gusta la música norteña, se nota de volada que la manera en que tocan es muy diferente”.
La manera en la que visten y se presentan sobre el escenario también es muy diferente. Poco a poco las composiciones se hicieron más urbanas, al tomar prestados elementos del reggaetón y el trap. Cirerol dice que Natanael Cano suena a rapero sobre guitarras. También cree que los tumbados “literalmente hicieron lo que es un equivalente al reguetón, pero en la música mexicana”. Reconoce que es música buena, “no necesariamente que nutra mucho a la juventud”, pero un producto muy bien hecho, bien escrito e innovador, lo que justifica su actual relevancia cultural.
Cirerol estuvo hace apenas unos días de gira por sudamérica. En un restaurante de Chile se sorprendió porque de fondo estaba sonando un tema de Peso Pluma, el tapatío que obtuvo fama mundial con el sencillo “Ella baila sola”, que se viralizó en Tik Tok antes de llegar hasta a los late nights de Estados Unidos. “Es un restaurante donde me fui a comer un pollo”, recuerda. “Estaba reproduciéndose como música de fondo, normal, y se me hizo muy impresionante eso”.
Al hablar de música norteña es inevitable mencionar su relación, aunque sea literaria, con balaceras, tráfico de drogas y capos. Los compositores e intérpretes de este género están acostumbrados a las acusaciones de apología del narco, a la cancelación de conciertos y la prohibición regional de su música. En septiembre Peso Pluma canceló seis conciertos en Acapulco, Culiacán, León, Querétaro, Puebla y Tijuana, luego de recibir amenazas de muerte que presuntamente firmó un grupo del crimen organizado.
Para Cirerol la cultura bélica o de armas es un elemento fundamental para hacer música norteña, de la que él se autodescribe como un estudioso. “Siempre ha tenido su temática sobre armas y muertes”, apunta. “Los corridos se trataban de alguien a quien mataban y ahora narran la historia de personas que están vivas, pero es la única diferencia.” Reconoce que aunque los corazones norteños pueden también se pueden romper (“hay muchas canciones de amor y desamor”), las balaceras y muertes son fundamentales para la música de allá arriba. “Toda la vida ha sido así”, sentencia. “Toda la vida ha sido así”.