‘Western’ y el necio nacionalismo
Por Astrid García Oseguera
Cineteca Nacional
Tras una ausencia de más de una década, la alemana Valeska Grisebach regresa a la pantalla grande con un largometraje producido en comunión con otra formidable cineasta: Maren Ade (Toni Erdmann, 2016). Western se sitúa en un pequeño poblado ubicado en la frontera que divide a Bulgaria de Grecia, lugar en donde se instalará un grupo de obreros que, con el fin de establecer una planta hidroeléctrica, se verán en la necesidad de formar parte de la comunidad que los rodea.
Como es de imaginar, la tercera ficción de Grisebach disecciona los elementos más representativos del western: lo incierto de las fronteras, el temor a la otredad, el necio sentimiento de nacionalismo. Así, el foco de atención del relato se coloca en Meinhard, un legionario retirado cuyo hermetismo parece inmutable. Con pequeñas reacciones en su rostro, miradas y gestos, comprendemos que se trata de un tipo reservado y solitario, y será hasta que conoce a los habitantes del poblado que comenzará retirar las barreras que lo alejan de su entorno. En ese sentido, si Meinhard es un protagonista moderno, que se conduce sin un deseo que lo motive, es a medida que avanza el metraje que el solitario obrero encontrará sosiego al comunicarse, interactuar, empatizar y formar parte de la aldea que lo acoge para comprender que la locura de mutar del éxtasis al caos es, en realidad, algo ordinario al vivir en una comunidad.
En un juego de architextualidad, el conflicto del filme se gesta desde el interior del individuo. Opuesto al relato de los clásicos westerns, la película va de lo general a lo particular: disecciona las pequeñas chispas que desatan los grandes duelos. Como lo ha demostrado en sus obras anteriores como Mein Stern (2001) y Sehnsucht (2006), el motor que pone en marcha las historias de Valeska Grisebach se encuentra en los detalles, en la particularidad del temperamento de cada personaje. De igual modo, la directora aborda con discreción otra clase de conflicto, el que envuelve a las barreras geopolíticas y la conciencia histórica que acarrean los territorios debido a la guerra y las diferencias políticas. En Western, el orgullo alemán y el repudio de la otredad hacia ellos es algo que permea el devenir de los personajes en diferentes niveles, provocando de esta manera que la evolución de Meinhard se convierta en algo más significativo.
Al mirar las historias de vaqueros en su pequeño televisor, Grisebach desarrolló desde niña un profundo amor al género que hoy reinventa. Se aseguró de que no le faltara nada: ni los caballos, ni las pistolas, ni los tragos al anochecer, ni las disputas por un territorio. La directora se reapropia de los códigos del western, los retuerce, los moldea a su gusto. Al final, la esencia es la misma, pero la intimidad casi palpable de las pequeñas decisiones es lo que se queda en la mente del espectador.
Western: Alemania-Bulgaria-Austria, 2017, 119 min.
D y G: Valeska Grisebach.