D.F. Por Sebastián Rico Medina
Fotos por Francisco Flores
Dicen que el tamaño sí importa, y anoche, en el Imerial se comprobó. We Have Band llegaba desde Manchester ante la petición de 238 fanáticos que lograron recaudar el dinero necesario para fondear su visita. El sonido juguetón que caracteriza a la banda, la expresión alegre de Darren, las convulsiones danzantes de Thomas y la inesperada ausencia de Dede lograron, a pesar de algunos tropiezos técnicos, entretener satisfactoriamente a los asistentes. Sin embargo, fueron el público y la naturaleza pequeña del venue, los protagonistas de la noche.
Aunque es una banda joven, con escasos (aunque ávidos) seguidores en México, We Have Band ha tocado ya en escenarios de la talla de Glastonbury, recorrido más de 26 países y asistido a varios otros importantes festivales internacionales. De cierta forma, el Imperial lució como un lugar que le quedaba chica a la banda, aún menos un integrante que probablemente no cabría de todos modos en el escenario. Las palabras de Darren resumen de manera perfecta la situación en la que se encontraba el lugar: “Don't be afraid to dance… if you have any room/ No tengan miedo de bailar...si es que encuentran espacio” No duden que entonces el espacio ya no importó.
Porque estos ingleses no podían venir para presentar un simple toquín; la humilde presentación fue convertida en jolgorio jocoso. La pequeñez del Imperial se convirtió en la esencia de la noche, al crear un ambiente de intimidad entre los dos integrantes y sus admiradores. Ya no iban a cantarle al público mexicano, sino a entretener a la gente que habían hecho posible su visita al país. De la boca de Darren salieron “graciases” para aventar, sin embargo el mayor testimonio de su agradecimiento fue la velada que le brindó a los asistentes del Imperial.
Es sorprendente lo que lograron dos tercios de We Have Band. Mediante improvisiones vocales, una conexión realmente sincera con el público y el inconfundible estilo bouncy de sus más exitosos sencillos (“Oh!” resultó ser la favorita, quizás por su enormemente descifrable coro) lograron satisfacer las expectativas de admiradores veteranos así como llamar la atención de uno que otro miembro de la concurrencia común.
Si sucede como planeado, éste será el medio por el cual We Have Band se explaya a la consciencia colectiva del resto de nuestro país: Había una vez en un bar de música independiente…
CHOLULA
Por Ricardo Marín
La noche de las conexiones poco probables
Una razón para festín por parte de los melómanos, es la iniciativa de cada vez realizar más conciertos y lograr facilitar la experiencia de la música en vivo. Esto tiene una implicación aún mejor: la expansión de la escena. Realizar cada vez más conciertos fuera del DF sigue estando en etapas de gestación, pues ha habido más ejemplos buenos que malos. Guadalajara y Monterrey ya son lugares casi establecidos, pero otros como Puebla, apenas comienzan. La noche de ayer fue la prueba sucedida en un lugar sin precedentes: Bestia Club Galería.
Puebla tiene un historial de conciertos malos: Public Enemy tocando a las 4 de la mañana, MGMT tocando a media noche y demás metidas de pata. Sin embargo ayer fue una redención total, porque, al igual que en el DF, los protagonistas de la noche no fueron los integrantes de We Have Band o la música, sino el espacio, la gente que iba a ver con ganas de diversión, y una banda a gusto con la respuesta.
Ayer en realidad casi no había fans de We Have Band, la mayoría de las personas estaba familiarizado con no más de 4 canciones y normalmente eso promete una noche más que soporífera. Eso no importó. Bestia Club Galería es un antro/bar/ galería de arte ubicado en Cholula, no tiene escenario pero sí hay un segundo piso con vista al centro de la planta baja, es el lugar menos óptimo para una banda de talla internacional. Al leer esto puede parecer como la combinación hecha justamente para el peor concierto de todos los tiempos, pero eso no podría estar más alejado de la verdad. Darren Bancroft y Thomas Wegg-Prosser tomaron el no-escenario (la banda tocó en el piso) y salieron a poner a todos a bailar.
Los dos integrantes (faltaba Dede) se vieron felices durante la hora y media de concierto, no pararon de hacerle sentir a los mexicanos su agrado de estar tocando tan lejos de casa y lo demostraron mostrándose siempre divertidos y fascinados de estar ahí. A pesar de esto, el mayor logro de la noche de ayer fue el espacio, hacer que una banda logre tener a mucha gente divertida dentro de un lugar pequeño y romper con ellos esa barrera que normalmente separa a los artistas; al tocar en el piso y a la altura de su público.
We Have Band demostró que la clave musical más importante, y que muchos artistas de hoy parecen olvidar, es que si no (te) diviertes en realidad no lo estás haciendo bien. Y We Have Band lo está haciendo bien. Muy bien.