El Gobierno priista ya tuvo tiempo de acomodarse en su silla y organizar su escritorio. El año está en blanco todavía; aún no se desarrollan de lleno la sustancia y la controversia que sazonará 2013. La euforia de la protesta callejera fue olvidada casi en su totalidad, Los medios de comunicación han estado dispersos, La agenda está nebulosa y… ¿y la música? El país se mueve en cámara lenta, a casi dos meses de la toma de posesión que culminó uno de los capítulos más controversiales en la historia de México.
Durante la década de los noventa, una oleada de música de protesta llegó a los oídos de la población mexicana. Bandas como Molotov, la Maldita Vecindad y Control Machete produjeron en aquella época himnos al hartazgo y al coraje que se quedaron herrados en nuestras mentes. Llegó la pregonada alternancia y, con ella, una actitud más abierta hacia la libertad de expresión. Sin embargo, las expresiones musicales contestatarias bajaron de tono y se disiparon, fenómeno que fue nombrado por Juan Pablo Proal, de Proceso, como la “Generación Zoé”.
La avalancha política que se detonó el 11 de mayo alcanzó su punto más lejano el día que Enrique Peña Nieto tomó posesión. Fueron casi siete meses de ajetreo político y social, en los que vimos reacciones del cine, fotografía, arte gráfico, poesía y más expresiones. La música también estuvo presente, pero no ha logrado salir de algún contingente en una marcha, de alguna asamblea, festival amateur o, a lo mucho, un video fugazmente viral.
Continúa la búsqueda por canciones que le pongan melodía a la agitación política que predominó en 2012, como lo hace Un derecho de nacimiento, de Natalia Lafourcade.
El México de hoy hereda una larga historia de zig-zags entre el activismo y la apatía. Este sexenio es largo y los inconformes con la nueva Presidencia son muchos. Mientras el Gobierno entrante se truena los dedos, los músicos mexicanos afinan sus guitarras y conectan sus sintetizadores.
Necesitamos la música para ampliar los discursos de la sociedad, desechar las caricaturas polarizantes y humanizar la política. El país no le pertenece sólo a los medios tradicionales o a los partidos; también marca agenda el pueblo, armado con un micrófono y un amplificador.
Originalmente escrito para Publimetro.