Los estudiantes frente a la violencia
El 2018 es un año importante. Se cumplen 50 años de la matanza de Tlatelolco y el cuarto año de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Es momento para reconsiderar la importancia de los movimientos estudiantiles en la vida política y social del país.
El pasado 3 de septiembre, en Ciudad Universitaria, varios estudiantes fueron agredidos por grupos de choque. Los “porros” —de acuerdo con testimonios de los propios estudiantes–, atacaron a manifestantes ubicados en Rectoría que exigían una serie de demandas para combatir la inseguridad presente en los planteles de la casa de estudios.
El 20 de agosto, una estudiante de CCH Azcapotzalco, Miranda Mendoza Flores, de 18 años, fue secuestrada y asesinada cuando salió del CCH Plantel Oriente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue encontrada muerta y su cuerpo quemado, generando indignación en ascenso entre sus compañeros.
La indignación de los miembros de la comunidad ha crecido y todos los sucesos han despertado el puma que hay en cada universitario. Lo que pasa en la Universidad está teniendo –nuevamente– repercusiones políticas, sociales e institucionales que trascenderán en las próximas horas.
Ante lo ocurrido, se ha dado una respuesta institucional de gran magnitud. La Facultad de Filosofía y Letras, así como la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, convocaron a un paro de actividades. Como reflejo de solidaridad, diversas facultades convocaron a asambleas estudiantiles, y muchos planteles ya han determinado detener sus labores. Si bien cada año en diversos planteles de la UNAM se detienen por causas particulares, en esta ocasión el fenómeno ha sido más generalizado, similar a lo ocurrido en 2014 con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
La exigencia de los estudiantes no es nueva: aumentar la seguridad y cortar cabezas. Se señala a funcionarios de la universidad como los responsables por su incapacidad de brindar el mínimo de seguridad para el estudiantado, incluso hay acusaciones de que algunos de ellos han promovido el financiamiento a grupos de choque como los del pasado lunes. Entre las consignas universitarias, se exige la renuncia del mismo rector de la UNAM, Enrique Graue.
Para México, 2017 se proyectó como el año más violento de los últimos 20, mientras que el mes de mayo de 2018 se ubicó como el mes más violento en la historia del país, con el repunte de homicidios diarios —cerca de 100—, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el territorio universitario no escapa a la estadística. “No se trata de los porros, incluso lo que pasó en rectoría no es novedad. El problema es que no nos sentimos seguros de ir a la escuela, de salir en la noche de nuestras clases, de poder estudiar sin temor", comenta Mariana, egresada de la FES Acatlán y a quien lo ocurrido en los últimos días ha generado un fuerte malestar.
El suceso se da en una coyuntura política compleja para el país. A tres meses de las elecciones más grandes en la historia de México, donde el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) batió al resto de las fuerzas políticas, y prácticamente en el arranque del inicio de actividades de la LXIV Legislatura, los fenómenos ocurridos en la UNAM son un claro mensaje para los nuevos actores políticos: México tiene serios problemas de seguridad, educación y desigualdad.
A casi un mes del inicio de clases, los estudiantes de la UNAM temen por un paro que pueda afectar sus carreras, pero dicho temor no se compara con el de la inseguridad que sienten al estudiar. Es por ese motivo que los jóvenes, muchas veces no organizados, levantan pancartas, cierran instalaciones, y con indignación buscan manifestarse pública y pacíficamente. Sin embargo, los intereses encontrados por diversos grupos de poder dan pie a la aparición de acciones violentas, como las agresiones de los últimos días.
Hasta el momento se han reportado 14 estudiantes lesionados del lunes, y entre ellos, cuatro resultaron heridos por armas punzocortantes. Con casi 350 mil estudiantes que penden de un hilo, el paro de actividades se ha convertido en un síntoma que puede terminar en un retraso del calendario escolar.
Sin embargo, la exigencia de mayor seguridad trasciende los posibles retrasos. Muchos estudiantes consideran que antes de continuar sus actividades en las aulas, deben salir de ellas para exigir soluciones a los problemas que enfrenta la institución universitaria.
Este 2018 será un año importante. Se cumplen 50 años de la matanza de Tlatelolco en el contexto del Movimiento Estudiantil de 1968, y el cuarto año de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.
Es momento para reconsiderar la importancia de los movimientos estudiantiles en la vida política y social del país. El ahora paro de 48 horas y las marchas en los días siguientes pueden ser el inicio de un movimiento que paralice la vida nacional, tal y como lo pretendieron los caídos estudiantes de 1968.
Ha transcurrido medio siglo desde la represión más severa contra los universitarios, sin embargo, la violencia contra ellos es hoy una realidad que trae de nuevo el eco de aquella masacre.
Vienen días tensos...