Beach House superó sus propias expectativas en 'Teen Dream' [Vintage909]
Hace una década, Beach House, el dúo conformado por Victoria Legrand y Alex Scally, lanzó su tercer disco titulado Teen Dream bajo el sello Sub Pop.
Siguiendo un álbum debut que marcó a toda una generación y abrió el paso para otras bandas como Real Estate o Girls, más un segundo lanzamiento que los consolidó como una propuesta musical con un sonido propio, la expectativa para Beach House y su tercera producción era considerable.
Con un sonido tan identificable como el que lograron establecer con sus primeras dos producciones, surgieron muchos cuestionamientos como si lograrían mantener su esencia sin repetirse a sí mismos, cómo les afectaría el cambio de disquera de Carpark a Sub Pop o si seguirían el camino de otras bandas de su generación hacia el olvido comercial.
Pero ante todas estas dudas, la certeza de un álbum con 10 canciones que logró alcanzar en su momento las alabanzas de los críticos musicales y sobretodo, de sus fans.
El sonido que Beach House logró con Teen Dream era menos simple y mucho más demandante, tanto para ellos como para su audiencia, que sus primeras dos producciones. Se notaba que las canciones habían sido pensadas para ser tocadas en vivo y que pudieran conectar de una manera más directa con su público pero también para contrarestar los comentarios que rodeaban a la banda en su momento acerca de que su música solo servía para ser escuchada antes de dormir.
Esta conciencia acerca de esos comentarios, fuera de desalentarlos, los impulsó a querer y eventualmente lograr una producción más fina. Más cara, pero más fina.
El Teen Dream fue grabado en una iglesia vieja en Nueva York llamada Dreamland, con lo que lograron ese efecto de profunda reverberación, bajo la producción de Chris Coady, quien había trabajado previamente con bandas como TV on the Radio, los Yeah Yeah Yeahs y Blonde Redhead.
Con temas como “Zebra”, “Norway” o “10 Mile Stereo”, era evidente que el dúo de Baltimore había llegado a un punto en el que estaban tan seguros acerca de su sonido, que se sentían totalmente cómodos en experimentar con él y no quedarse como una banda sonoramente monocromática. En conclusión, ver colores con los ojos cerrados mientras los audífonos explotan con sus melodías, era su misión. Y diez años después, podemos decir… que lo lograron.