Fotos por Alex Compeán
Segundo día de Corona Capital y las piernas y pies ya comenzaban a llorar. Ni modo, hay que estar estoico para ver al Vampire Weekend —y no, no se escribe “Vimpire Weekend” como los horarios que cómodamente te colgabas en el cuello indicaban, pero eso todos lo sabíamos. Desde aquel debut homónimo que tenía una bonita Polaroid de un candelabro y algunas cabezas presentes en uno de sus primeros shows en la Universidad de Columbia como portada, hasta su tercera producción recién salidita este año y titulada Modern Vampires of the City, la banda que incorporó a África a su sonido para fusionarlo con el pop de corte más indie, ha sido una constante entre los que gustan de presumir mucho saber de música o los que sólo saben bien el momento de alguna de sus rolas para echar los grititos como los que se avienta Ezra Koenig. Sea como sea, los neoyorkinos estaban en el escenario.
Como si fuera un fragmento de alguna ficticia habitación neoyorkina en la que una banda estuviera ensayando, la pantalla del fondo proyectaba un diseño floral vintage frente a la cual, Vampire Weekend abría con “Cousins”, incluída en su segundo larga duración: Contra. Nosotros, los de abajo, los que los esperaron algunos minutos más de los que estaban programados en los horarios, enseguida los recibimos con euforia. Son ya cinco años desde su primer álbum y las visitas a nuestro país son pocas. Los ánimos contenidos debían ser liberados. Ezra Koenig lució el mismo overol verde que se puso en el Austin City Limits y de hecho, el setlist fue muy parecido, con una gloriosa excepción como lo fue “Horchata”. En México sí se cantó la oda decembrina a la deliciosa bebida y se cantó con ganas. “A-Punk” —obviamente— fue un trancazo que puso a saltar a todos. Manos al aire y hey-hey-heys vociferados. “Giving Up The Gun” fue otro tema memorable, los Vampire son excelentes músicos y las interpretaciones fueron soberbias.
Quizá lo único medio chafa es la poca interacción de Koenig con el público. Una sonrisa no vendría mal de vez en cuando, aunque cuando se es vocalista de Vampire Weekend y se hacen canciones tan chidas, puede que esto pase a segundo plano. En fin, después de un setlist que hizo un completísimo y muy agradecible repaso por el repertorio de los estadounidenses, era momento de despedirse porque el escenario esperaba todavía a los Arctic Monkeys. “Walcott” y sus bellos riffs y coro funcionaron como un perfecto desenlace para la tarde que se convirtió en noche mientras tocaban. Anunciaron una pronta visita, ojalá sea cierto, pues los modernos vampiros de la ciudad, siempre serán bienvenidos —además se vale soñar con que algún día nos deleiten con “The Kids Don’t Stand The Chance”.