Un french electronic music, con todo y sin dubstep, para llevar por favor
Si hablamos de música electrónica no sólo todos se creen expertos del tema, sino variados. Una de las muchas maravillas de este poligénero es que no se limita a la opinión y su consumidor se mantiene fiel, salga lo que salga. En la enorme cadena multinacional de restaurantes de música electrónica, la comida lleva consigo una sensación inesperada pero ya deseada.
A veces buena y a veces peor, limitada por la tecnología pero rebelde por sus composiciones. Aún siendo parte de un conglomerado, los locales en cada región son únicos, sirviendo platillos con un sabor tan singular pero formando parte de la familia, algo así como la comida china. En todos lados se espera un sabor exquisito y a pesar de esto, es diferente. Ningún restaurante es igual a otro, en constante cambio para la experiencia del consumidor pero conservando también la degustación original.
Comer de esta gastronomía puede ser una experiencia de muy buen gusto, dependiendo de donde la ingiramos, claro, y es que no importa cuánto nos guste ni donde ni que probemos, la mejor comida china siempre será la de china, los mismo sucede con el french touch en el mundo de la música electrónica.
Los orígenes nos remontan al siglo XX, el nacimiento de nuevos instrumentos basados en fuentes eléctricas y electromagnéticas. El aspecto tangible de la música trasciende a la codificación, alcanzando universos inexplorados, redefiniendo el significado de la música y el cómo crearla. Una “nueva estética de la música” según Alexander Iskenderian.
Fue en el país del sol naciente donde empezó la experimentación musical; en Alemania, los primeros estudios del género e Italia, la valoración de esta. Existiendo ya en los 30’, la popularidad no llega sino hasta los 60’; el género se adapta a su contexto pero siempre un paso más adelante, era la música fuera de tiempo, siempre innovando y siempre regresando a los clásicos, nunca estacionario.
Pioneros del género se dedicaron a explorar las infinitas combinaciones de los primeros sintetizadores, la mayoría provenientes de otros géneros, cargando consigo la influencia de diversas vanguardias musicales, es gracias a esto que la música electrónica tiene un sinfín de subgéneros tan distintos aún utilizando los mismos instrumentos.
El french touch en el género busca continuamente la creación de una (o muchas) situaciones incluso extrapolares a la armonía, apelando a las emociones del degustador, comprendiendo cada rincón sensitivo tanto interno como externo al cuerpo humano. La simple experiencia de escuchar música no resulta tan simple cuando el género no se limita a un sentido de la percepción y se expande a los otros cuatro.
No es lo mismo escuchar las melodías de estudio, ver al músico en vivo, que escucharlo tocar en la radio; ni siquiera es la misma apreciación en formato de disco compacto a streaming, pues la calidad de esta varía mucho, y he ahí lo importante, calidad. Los precursores del género, los representantes “gabachos” no se limitan a la música (siendo esta su profesión), propagan su visión a otros campos de las humanidades; es aquí donde los músicos se convierten en artistas.
Daft Punk, Justice, sebastiAn, Cassius, Busy-P, C2C, Kavinsky, Mr. Ozio, Brodinski, Gesaffelstein, Breakbot, Riton, Dj Mehdi, Modjo; el toque francés no es ninguna corriente, vanguardia o escuela; en primera, no califica a ser una; segundo, no es lo que buscan; una manera de hacer, ese no es el objetivo y en realidad desconozco cual sea pero va más allá de una meta, es decir, una lucha antisistémica, un desorden rítmico, un sentimiento valemadrista apasionado por la música y expandido a la experiencia, traspasando los límites del goce.