Siempre que se habla de "cinematografías nacionales" y se buscan definiciones para calificar o categorizar el estilo o la manera de ser de determinada industria fílmica local se corre el riesgo de caer en generalizaciones peligrosas. Sin embargo, y entendiendo que la siguiente afirmación pueda resultar temeraria, Pride, segundo largometraje de Mattew Warchus, es una cinta absolutamente británica. Siguiendo los pasos de los maestros del cine social inglés -pesos pesados de la talla de Ken Loach, Mike Figgis, Jim Sheridan o Stephen Frears- que desde los años sesenta han encontrado en las películas un vehículo para hacer un comentario crítico a lo que sucede en la realidad de su país, Pride es una digna heredera de cintas como Tierra y libertad, Pan y Rosas, Secretos y mentiras, En el nombre del padre, The bóxer, El juego de lágrimas o de relatos mas recientes como Trainspotting, Full Monty o Billy Elliot.
Tomando la huelga de los mineros de 1984 como punto de partida y la tensa situación del sindicato de la industria del carbón con el gobierno de Margaret Tatcher como telón de fondo Warchus nos cuenta una historia de aquel momento que hasta hoy resultaba poco conocida. El gesto solidario, y una serie de acciones concretas que rebasan el simple gesto, que tiene un pequeño colectivo de lesbianas y gays que radican en Londres para con los trabajadores de las minas de un pequeño pueblo de Gales y sus familias.
Usando el pasado como metáfora para hablar del presente -y la comedia y el melodrama para evitar caer en la tragedia- el cuento que nos narra Pride tiene que ver mucho más con nosotros mismos que lo que la mayoría parece dispuesta a aceptar. Así, de pronto entendemos que no hace falta haber cargado un pico o una pala o participar de una marcha del orgullo gay para sabernos diferentes y vulnerables. Para entender que somos susceptibles de ser discriminados, atacados o señalados por el simple hecho de no ser iguales, opinar lo mismo o seguir a la mayoría.
De eso trata Pride y de eso también se trata el cine. Lo entiende Warchus al entretenernos y hacernos reír y llorar con una historia que sucedió hace treinta años con una serie de personajes que, a fuerza de ser locales y únicos y reales y de carne hueso se vuelven universales y entrañables. Se convierten en nosotros mismos.
La solidaridad y la empatía son carreteras de doble sentido y nunca sobra que una buena película nos lo recuerde.
Buen fín de semana. Llénenlo de cine.
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