#Cariñito909: 'Todas las cartas de amor son ridículas': 9 escritores y su correspondencia amorosa

Amor: hacerse a la mar con disposición al naufragio El Abecedario, Federico Reyes Heroles

Más que los besos, son las cartas las que unen las almas

John Donne

Tantos mundos, tanto espacio y coincidir… el amor, una de las emociones primigenias, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, es la dualidad eterna, el uróboros, como titularía el poeta español Vicente Aleixandre a uno de sus poemarios: La destrucción o el amor. Desde tiempos inmemoriales, a la luz del fuego, el ser humano ha tratado de describir el enamoramiento, la pasión irrefrenable sobre el ser amado. En la era de la interconectividad, miles de mujeres y hombres, a la luz del fuego moderno de sus celulares inteligentes, escriben o leen cartas de amor. Porque no se debe perder tan linda e íntima tradición, y aprovechando el mes en el que Cupido lanza sus dardos perfumados/envenenados a diestra y siniestra, en Ibero 90.9 elegimos algunos fragmentos de la correspondencia amorosa escrita por algunas de las plumas más grandes de la literatura occidental

No cabe duda, es verdad que la vocación es más fuerte que el amor

Que no te digan, que no te cuenten: todas las cartas de amor son ridículas, no serían cartas de amor si no fuesen ridículas, y no lo dije yo, sino el gran escritor portugués Fernando Pessoa, alias Alberto Caeiro, Álvaro Campos, Ricardo Reis, entre muchos otros heterónimos. El literato oriundo de Lisboa fue presa de una saeta ponzoñosa y cayó rendido ante los pies de Ofélia Queiroz, el primer, y fatídico, encuentro se dio cuando ella tenía 19 años y Pessoa pasaba la treintena. Presa de su fulminante sentimiento, y como parte de la intermitente relación que sostuvo con Ofélia, Fernando escribió en una carta, alrededor de 1929, lo siguiente:

 

Toda mi vida futura depende de que pueda o no hacer esto, y pronto. Por otro lado, mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala, que sea, o podría ser. Todo lo demás en la vida tiene un interés secundario para mí: hay cosas que, por supuesto, estimaría tener, y otras que da igual vengan o no vengan. Es necesario que todos los que me tratan se convenzan de que estoy bien así, y que requerir de mí sentimientos, de hecho muy dignos, propios de un hombre ordinario y trivial, es como exigirme tener los ojos azules y el pelo rubio. Y tratarme como si fuera otra persona no es la mejor manera de conservar mi afecto. Mejor tratar así a quien sea así, pero en este caso es “dirigirse a otra persona”, o algo parecido.

Me gustas mucho -mucho- Ophelinha. Aprecio mucho -muchísimo- tu carácter y tus sentimientos. Si me caso, no me casaré más que contigo. La cuestión es saber si el matrimonio, el hogar (o como se le quiera llamar) son cosas compatibles con mi vida y pensamientos. Yo lo dudo. Por ahora, y en breve, quiero organizar esta vida mía de pensamiento y trabajo. Si no puedo organizarla, está claro que ni siquiera podría pensar en el matrimonio.

Fernando Pessoa, escogió la literatura simplemente porque no podía escoger el amor, señaló, acertadamente, Antonio Tabucchi en el prólogo del libro Cartas a Ophelia, editado por Libros del Zorro Rojo. A raíz de su elección, Pessoa presa de su alcoholismo, bebedor empedernido de aguardiente, falleció el 30 de noviembre de 1935, tenía 47 años.

Amor constante más allá de la distancia, de los años, posiblemente, de la muerte

Por otra parte, hay amores correspondidos, que trascienden el tiempo, que comienzan a brotar en los albores más tiernos de la infancia, tal es el caso del idilio que mantuvieron a lo largo de toda su vida el poeta chiapaneco Jaime Sabines y Josefa Rodríguez, Chepita, esposa, madre, viuda y musa del rapsoda sureño. Epístolas cargadas de sentimiento a flor de piel, que transmutan lo cotidiano al lenguaje de los enamorados. Chepita está omnipresente, es el amor encarnado y Sabines lo expresa así:

¿Estoy, enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento es amor. Uno se enamora de cualquier mujer, a cualquier hora, en un encuentro fortuito, en una cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso de unos ojos, de una palabra, de un gesto oportuno, de una sugerencia , no obstante sólo quiero a Chepita. En las demás es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible, transferencia. 7 de noviembre de 1948. Los amorosos. Cartas a Chepita

La distancia jamás fue impedimento para que Sabines dejara de añorar a su mujer. Lejos de México, el poeta, hace gala de la complicidad-intimidad que lo tienen unido a su compañera de vida:

Río de Janeiro/Mayo de 66 Josefa de Sabines: Amor mío quiero amanecer contigo este veintiuno de mayo y también el mismo día dentro de diez y veinte años quiero amanecer contigo todos los días de mi vida. Jaime. Los amorosos. Cartas a Chepita

Habítame, penétrame: deseo, sensualidad y lujuria… Ahh, y también amor

El amor, suele venir acompañado de lujuria, de la búsqueda y deseo de fundirse con el otro. El deseo es uno de los leitmotivs de la relación amorosa, la unión corporal es el santo grial de dos amantes condenados a saciar sus instintos. Tal es el caso de la incendiaria y pasional relación de los escritores Anaïs Nin y Henry Miller:

Miller le escribe a Nin: [...] Es hermoso amar y ser libre al mismo tiempo. No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello. Eres realmente fuerte. Me gusta incluso tu engaño, tu traición. Me parece aristocrático (¿suena inapropiada la palabra aristocrático en mi boca?). Sí, Anaïs, pensaba en como traicionarte, pero no puedo. Te deseo. Quiero desnudarte, vulgarizarte un poco… no sé, ay, lo que me digo. Estoy un poco bebido porque tú no te encuentras aquí. Me gustaría dar una palmada y Voilà, ¡Anaïs! Quiero que seas mía, usarte, follarte, enseñarte cosas. No, no siento aprecio por ti, ¡no lo permita Dios! Tal vez quiera hasta humillarte un poco, ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué no me arrodillo ante ti y te adoro? No puedo, te amo alegremente ¿Te gusta eso? Y querida Anaïs, soy tantas cosas. Ves solamente las cosas buenas ahora, o al menos eso es lo que me haces creer. Quiero tenerte al menos un día entero conmigo. Quiero ir a sitios contigo, poseerte. No sabes lo insaciable que soy, ni lo miserable, además de egoísta. [...] Me encanta tu coño, Anaïs, me vuelve loco. Y tu manera de pronunciar mi nombre. ¡Dios mío, parece irreal! Escucha, estoy muy ebrio. No soporto estar aquí solo. Te necesito. ¿Puedo pedírtelo todo? Puedo ¿Verdad? Ven enseguida y fóllame. Descarga conmigo. Rodéame con las piernas. Caliéntame… Henry y June

 

Yo te quiero viva, burra. La amistad amorosa como una de las bellas artes

El amor no solamente se manifiesta mediante una pasión desbocada, el amor también es amistad, compañerismo, afinidad y empatía. Una de las amistades que excedió el campo del reconocimiento literario fue la conformada por los escritores argentinos: Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik. La Alejandra, como Julio la llamaba, padecía de colapsos nerviosos recurrentes, Cortázar siempre fue un asidero, su remanso de tranquilidad. Las misivas son testimonio de la amistad y la complicidad de ambos personajes:

 

De Alejandra para Julio. Julio: este textículo les parece joda. Solamente vos sabés que el más mínimo chiste se crea en momentos en que la vida est à l’auteur de la morte. Muy tuya Alejandra. Julio fui tan abajo. Pero no hay fondo. Julio, creo que no tolero más las perras palabras la locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote tampoco. Julio, odio a Artaud (mentira) porque no quisiera entender tan sospechosamente bien sus posibilidades de la imposibilidad. PD: Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó, hélas) PD: En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo. Empecé a leer Diarios. Te apruebo mucho políticamente. Tu poema de “Panorama” es grande porque me hizo bien (lo leí en el hospital).

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De Julio para Alejandra. Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Después de este intercambio de cartas, Alejandra se suicidó el 25 de septiembre de 1972, tenía 36 años.

Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se para. Y es verdad

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Entre 1944 y 1950, el insigne escritor mexicano Juan Rulfo, padre del universo de Comala y de Pedro Páramo, le escribió con devoción, romanticismo puro y ternura inusitada a su esposa, Claudia Angelina Aparicio Reyes, más de ochenta epístolas. Afortunadamente para nosotros, la correspondencia salió a la luz bajo el nombre de Aire de las colinas. Cartas a Clara. La naturaleza amorosa de las misivas de Rulfo se ejemplifica a la perfección en la siguiente:

 

Muchachita: No puedo dejar pasar un día sin pensar en ti. Ayer soñé que tomaba tu carita entre mis manos y te besaba. Fue un dulce y suave sueño. Ayer también me acordé de que aquí habías nacido y bendije esta ciudad por eso, porque te había visto nacer. No sé lo que está pasando dentro de mí; pero a cada momento siento que hay algo grande y noble por lo que se puede luchar y vivir. Ese algo grande, para mí, lo eres tú. Esto lo he sabido desde hace mucho, más ahora que estoy lejos lo he ratificado y comprendido. Estuve leyendo hace rato a un tipo que se llama Walt Whitman y encontré una cosa que dice:

El que camina un minuto sin amor,/ Camina amortajado hacia su propio funeral.

Y esto me hizo recordar que yo siempre anduve paseando mi amor por todas partes, hasta que te encontré a ti y te lo di enteramente. Clara, mi madre murió hace 15 años; desde entonces, el único parecido que he encontrado con ella es Clara Aparicio, alguien a quien tú conoces, por lo cual vuelvo a suplicarte le digas me perdone si la quiero como la quiero y lo difícil que es para mí vivir sin ese cariño que ella tiene guardado en su corazón.

Mi madre se llamaba María Vizcaíno y estaba llena de bondad, tanta que su corazón no resintió aquella carga y reventó.

No, no es fácil querer mucho.

Juan

¡Ay, qué insignificante el amor si llega a caer en manos del amor! Sobre todo si no es correspondido

El amor también genera despecho, desolación  y rencor, el amor puede transmutarse en resentimiento, ya sea porque fue mal correspondido o porque, simplemente, una de las partes  no estuvo a la altura del idilio amoroso o de las expectativas generadas. Todo inicio tiene, necesariamente, un final, para el escritor Oscar Wilde, el desamparo y la aflicción que dejó la traición de su amigo y amante Lord Alfred Bruce Douglas, lo llevó a concebir una de las cartas de despecho más famosas de todos los tiempos, me refiero a De Profundis. Conmovedora y desgarradora epístola que grita a los cuatro vientos las injusticias a las que fue sometido y condenado (Wilde residió penosamente dos años en prisión, bajo el delito de sodomía y homosexualidad) por caer bajo los engañosos encantos de un efebo manipulador, malcriado, traidor y egocéntrico. Fruto de la decepción, el esplendoroso escritor inglés/irlandés escribió párrafos como el siguiente:

El amor se alimenta de la imaginación, que nos hace más sabios que lo que sabemos, mejores de lo que sentimos, más nobles que lo que somos; que nos capacita para ver la Vida como un todo; que es lo único que nos permite comprender a los demás en sus relaciones así reales como ideales. Sólo lo bello, y bellamente concebido, alimenta el Amor. Pero el Odio se nutre de cualquier cosa.

La catártica y dolorosa carta que Wilde escribió con el corazón hecho trizas, trascendió el tiempo y continúa siendo el bálsamo de los despechados. Tal es la magnitud de De Profundis que la excelsa Patti Smith leyó íntegramente la misiva en la capilla de la prisión de Reading, ¡simplemente avasallador y conmovedor!

https://www.youtube.com/watch?v=GiG_KUutjrs

 

Me duele una mujer en todo el cuerpo. El insospechado enamoradizo

Para un gran sector de la crítica especializada, también para legiones de lectores, Jorge Luis Borges fue un hombre pulcro en toda la extensión de la palabra. Un fino y elegante artesano de las letras que poco o nulo vínculo tuvo con el amor. Sin embargo, Borges fue un eterno enamorado, en una de las múltiples conversaciones que sostuvo con Osvaldo Ferrari, el escritor argentino señaló: He estado enamorado siempre a lo largo de mi vida, desde que tengo memoria, siempre. En 1944, Jorge Luis conoció a Estela Canto, en la casa de su amigo el literato Adolfo Bioy Casares, inmediatamente sucumbió ante el encanto de la musa, a la que posteriormente escribió:

Adrogué, sábado. A pesar de dos noches y de un minucioso día sin verte (casi lloré al doblar ayer por el Parque Lezama), te escribo con alguna alegría. Le avisé a tu mamá que tengo admirables noticias; para mí lo son y espero que lo sean para ti. El lunes hablaremos y tú dirás. Pienso en todo ello y siento una especie de felicidad; luego comprendo que toda felicidad es ilusoria no estando tú a mi lado.   Querida Estela: hasta el día de hoy he engendrado fantasmas; unos, mis cuentos, quizá me han ayudado a vivir; otros, mis obsesiones, me han dado muerte. A éstas las venceré, si me ayudas. Mi tono enfático te hará sonreír; pienso que lucho por mi honor, por mi vida y (lo que es más) por el amor de Estela Canto. Tuyo con el fervor de siempre y con una asombrada valentía, Georgie

Acosado constantemente por la figura de su madre, Borges pasó con más pena que gloria por el campo de batalla amoroso. Sin embargo, su poca experiencia sirvió para que plasmara para la posteridad versos excelsos como los que aparecen en su poema “El amenazado”, sirva este fragmento para ilustrar: “Estar contigo o no estar contigo/ es la medida de mi tiempo”.

https://www.youtube.com/watch?v=4ZnwuJiSKu0

Voy a dormir. Porque a veces el amor no basta

Cansada de las constantes recaídas, consecuencia de su trastorno bipolar, de su imposibilidad de relacionarse de manera “normal” con el mundo. Harta de la incontrolable espiral de violencia que asolaba el mundo a raíz de la Segunda Guerra Mundial, Virginia Woolf decidió quitarse la vida, el 28 de marzo de 1941, sumergiéndose en las aguas del río Ouse. Antes de partir a su viaje eterno, Virginia escribió una amorosa, sentida y apesadumbrada epístola dirigida a su esposo Leonard Woolf:

 

Querido: Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros. V.  28 de marzo, 1941

A veces el amor no puede salvar el dolor que se enquista en el alma.

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Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Lo peor, estaba enamorado.

El frío, casi glacial, escritor oriundo de Praga: Franz Kafka también tenía su corazoncito. Contrariamente a su escritura taciturna, sobria y claustrofóbica, el Kafka epistolar, es candoroso, jocoso e, incluso, tierno. La destinataria de tales misivas fue Milena Jesenská, una mujer sui generis para su época ya que fue militante comunista, antiestalinista, feminista y parte de la resistencia en contra de la Alemania nazi. La relación entre estos dos mundos diametralmente distintos fue breve pero intensa, Milena estaba comprometida; Kafka, por su parte, encontraba un remanso en la correspondencia que sostuvieron. Su amor más que real fue epistolar.

Merano-Untermais, Pensión Ottoburg Estimada Frau Mílena: Le escribí unas líneas desde Praga y luego desde Merano. No ha habido respuesta. Por supuesto, esas líneas no exigían contestación inmediata y si su silencio no es más que señal de una relativa bienaventuranza -lo cual con frecuencia se traduce en una cierta resistencia a escribir- me doy por satisfecho. Pero también existe la posibilidad -y por eso le escribo- de que en mis líneas la haya herido de alguna manera. ¡Qué torpe sería mi mano, contra toda mi voluntad, si ése fuera el caso! O bien -y eso sería mucho peor por cierto- que ese momento de sereno respiro, al cual usted aludía, haya pasado y una vez más se inicie una mala época para usted. Acerca de la primera posibilidad no sé qué decir. ¡Es algo tan ajeno a mí y lo demás me toca tan de cerca! Respecto a la segunda posibilidad no le brindaré consejos -¿cómo podría aconsejarla yo?-; me limitaré a formularle una pregunta: ¿Por qué no abandona Viena por un tiempo? ¿Usted no carece de asilo como otra gente? ¿No extraería nuevas fuerzas de una estadía en Bohemia? Y, si por razones que yo desconozco, no quisiera visitar Bohemia, podría viajar a algún otro lugar. Quizás incluso Merano sea conveniente. ¿Lo conoce? De modo que espero dos cosas. La continuación de su silencio, lo cual significa: "No hay razón para preocuparse, me va bastante bien." O bien unas pocas líneas. Afectuosamente Kafka He advertido, de pronto, que en realidad no recuerdo su rostro en detalle. Sólo creo ver aún su figura, su vestido, mientras usted se alejaba entre las mesas del café.

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El amor, bello sentimiento, fin de vida de millones, tesoro lleno de felicidad y arma de doble filo: así como genera vida, también produce muerte. Amor, dualidad que enriquece nuestra existencia y que nutre a la humanidad con sus dividendos o con sus terribles pérdidas. El arte, la vida en general, no estaría completa sin el dulce néctar de Venus y los dardos mortales que lanza el travieso Cupido.

https://www.youtube.com/watch?v=wBMcBCPQqcA

 

La trilogía de lo obsceno con su Majestad imperial Silverio

“Javier Senosiain. Arquitectura Orgánica”: Espacios habitables que armonizan con el entorno natural