Es posible entender la eternidad desde una doble perspectiva: el absoluto del tiempo o la prescindencia del tiempo. La primera estrategia implica la inclusión de todo el transcurrir: se procede por exceso. En la segunda, al eliminar la posibilidad temporal, se procede por defecto o negación. Los poetas y los filósofos, a lo largo de los años o en instantes de lucidez, han jugado con el límite de elasticidad que cumple el espectro que va de la nada al todo, del instante mínimo a la plenitud que colma el devenir. Así, por ejemplo, el mexicano José Gorostiza dice “ay, tanto más hacia lo eterno mínimo/cuanto es más hondo el tiempo que lo colma”. Y se refiere al recipiente o vaso del tiempo. En un poema que funge como su testamento espiritual en verso Miguel de Unamuno afirma “La eternidad que es del amor el rato” (El Cristo de Velázquez). Un rato de amor comprende el arco de lo sempiterno (delicioso pleonasmo que quiere decir, deshuesándolo, siempre eterno). Y su compañero de viaje y de generación Valle Inclán, en el poema donde la rueda del tiempo afirma el eterno retorno de lo mismo, dice “Nada será que no haya sido antes./Nada será para no ser mañana./Eternidad son todos los instantes,/que mide el grano que el reloj desgrana” (“Rosa gnóstica”). Se trata de la primera operación, de la operación incluyente (“eternidad son todos los instantes”). El filósofo Spinoza definió como eternidad negativa a un tiempo sin comienzo y sin fin, mientras que la eternidad positiva es la “identidad del ser y del actuar” que nada tiene que ver con el tiempo. Quizá el alegato acerca del tiempo y de la eternidad haya encontrado, en las Elegías duinesas de Rainer María Rilke, una crispación inédita. Y, en fin, Marguerite Yourcenar desoye en esta frase el tufillo solemne y seudofilosófico: “Si el tiempo es la sangre de los vivos, la eternidad es la sangre de los muertos”.
“Tiempo soy entre dos eternidades”, escribió Carlos Pellicer.
Originalmente escrito para la columna de Ibero 90.9 en Publimetro: 25 de enero del 2013
Imagen: Eternity por Paul Bielaczyc