El pasado mes de abril se cumplieron 40 años de la inauguración de Studio 54, el club nocturno más famoso de todos los tiempos. El otrora teatro, llegó a ser conocido como la Sodoma del Siglo XX, ahí se originaron distintas leyendas sobre las celebridades de la época y sus excesos etílicos, psicotrópicos y sexuales al ritmo de la música disco. Son leyendas porque, gracias a la exclusividad del club, difícilmente son comprobables. Lo que se conoce son rumores que para nada se acercan a lo que eran aquellas materializaciones de la depravación humana, y el verdadero recuerdo se activa en quienes visitaron el Studio 54 cuando suena “I Will Survive” y los cuerpos se tocan nuevamente.
Studio 54 representa la cumbre de la masificación de la música disco, la cual tiene una historia de lucha de inclusión sexual, racial y de género, de la que llegaron a prescindir Steve Rubell e Ian Schrager, los dueños del lugar. Para hablar de esta discoteque, es necesario hacer un repaso por aquellas que la precedieron y que sirvieron como trinchera para las personas a las que se les negó por mucho tiempo el goce de su cuerpo, es decir, a los homosexuales. Toda esa resistencia fue acompañada del funk, la música creada por negros, donde el canto de las mujeres se aparta del góspel religioso y emula gritos de orgasmos femeninos.
https://www.youtube.com/watch?v=7weusloU8Xc
A finales de los años sesenta y principios de los setenta, las leyes de la ciudad de Nueva York eran intransigentes con los homosexuales, pues cualquier bar que permitiera la convivencia de dos o más de ellos corría el riesgo de ser clausurado. Varios establecimientos vivían al borde de la ilegalidad, sobornando policías para que avisaran con antelación los planes de redada. El descontento en la comunidad homosexual se hizo presente, y gracias a las protestas por parte de distintas asociaciones como la Gay Activists Alliance, lograron que se les tomara en cuenta exigiendo su derecho de reunión, a partir de algo tan sencillo como poder bailar en pareja. Sin embargo, tan pronto conquistaron esa batalla, se dieron cuenta de que el baile entre dos personas no era suficiente, sino que era necesario hacer una masa de cuerpos danzantes para llevar al máximo la experiencia.
La sede de la Gay Activists Alliance era una vieja estación de bomberos, conocida como Firehouse, que entre semana era conocida por sus mítines políticos, pero que los sábados por la noche se daba el permiso de abrir sus puertas como centro de reunión nocturna, siendo el 6 de mayo de 1971 la primera de ellas. El contexto de este lugar hizo del baile la mayor forma de protesta, llevados al éxtasis por líneas de bajo y sintetizadores que intentaban eternizar el momento. La fama del lugar no se hizo esperar y gente de todo tipo se adueñó de las noches del Firehouse, dejando de lado el papel activista del lugar. Esta disco pionera vio su fin el 8 de octubre de 1974, como resultado de un incendio del cual se desconocen sus causas hasta el día de hoy .
https://www.youtube.com/watch?v=juOXcdjK0zc&index=1&list=LLHjhZotjaldToGMepyjKTJQ
Los baños de vapor que eran lugares de reunión para los homosexuales, un lugar donde la ausencia de ropa invita a una actividad específica. En el Nueva York de los setenta, estos baños tuvieron un giro interesante gracias al Continental Baths, un club-sauna dentro del viejo Ansonia Hotel, cuya única regla era traer puesta una toalla blanca. El Continental cobró relevancia cuando puso un escenario donde los hombres podían disfrutar de un show entre los intermedios de las relaciones sexuales que ocurrían en el lugar. El ambiente meramente masculino fue roto por una mujer, una estrella naciente llamada Bette Midler, acompañada por el pianista Barry Manilow, quienes dejaron el concepto del coito en segundo plano para centrar la atención en ellos mismos. Más tarde, este baño montaría una pista de baile para que fuera ocupada cuando no hubiera un show programado.
https://www.youtube.com/watch?v=RLTJ95kj9ng
Poco a poco ambos conceptos de club nocturno se fusionaron en varias discoteques ubicadas en las afueras de Nueva York, en sitios donde era posible huir del bullicio citadino y dar rienda suelta a los placeres carnales sin remordimiento alguno. Los espacios se fueron sofisticando en cuanto a su decorado, así como los asistentes se esforzaban por lucir bien y combinar ad hoc con el ambiente. Los hombres con cuerpos trabajados, camisa ajustada y bigote de macho empezaron a ser el común denominador en estos centros de baile, y fueron llamados clones. A partir de esto, se rompió con el mito de que la homosexualidad es una masculinidad fallida.
Poco a poco ambos conceptos de club nocturno se fusionaron en varias discoteques ubicadas en las afueras de Nueva York, en sitios donde era posible huir del bullicio citadino y dar rienda suelta a los placeres carnales sin remordimiento alguno. Los espacios se fueron sofisticando en cuanto a su decorado, así como los asistentes se esforzaban por lucir bien y combinar ad hoc con el ambiente. Los hombres con cuerpos trabajados, camisa ajustada y bigote de macho empezaron a ser el común denominador en estos centros de baile, y fueron llamados clones. A partir de esto, se rompió con el mito de que la homosexualidad es una masculinidad fallida.
El 26 de abril de 1977 un nuevo concepto llegó a la Gran Manzana. El Studio 54 abrió sus puertas y gracias a las buenas relaciones públicas de Carmen D’Alessio se logró que la inauguración fuera todo un acontecimiento. Ella era promotora de clubes nocturnos y fue la responsable de que Steve Rubell e Ian Schrager se hicieran del viejo teatro y estudio de televisión. Para la apertura fueron invitadas todas las figuras del mundo de la moda, la música y el cine: Cher, Brooke Shields, Donald Trump, Margauz Hemingway, Bianca Jagger y Andy Warhol, por mencionar algunos, estuvieron en la despampanante fiesta; de hecho, la concurrencia fue tal que Mick Jagger, Frank Sinatra y Woody Allen se quedaron fuera. La canción encargada de iniciar la fiesta que duraría hasta febrero de 1980 fue “Devil’s Gun” de C. J & Co.
https://www.youtube.com/watch?v=MoH9v-EvmnE
A pesar de haber creado un gran bullicio esa noche, no corrieron con la misma suerte en los días subsecuentes y el local estuvo desierto. El 6 de mayo del mismo año, Bianca Jagger decidió celebrar su cumpleaños ahí, esperando que se repitiera la conmoción que causó la apertura del mismo. Se tenía todo preparado, desde globos hasta varias bombillas encendidas formaban el nombre de la agasajada. A pesar de que el lugar estaba casi vacío, no fue excusa para convertirse en una de las noches más representativas del Studio 54: el dj puso la aguja de la tornamesa en “Sympathy for the Devil” de The Rolling Stones mientras la esposa de Mick Jagger entraba montada en un caballo blanco, conducido por un hombre que portaba un smoking hecho de body paint. La foto de Bianca sobre el equino circuló por todos los tabloides del mundo y la popularidad del 54 quedó sellada por siempre.
Hubo intentos por desbancar al Studio 54 como el referente nocturno de Nueva York, pero no fue posible por la atención y trato especial que Rubell y Schrager le prestaban a las celebridades que lo frecuentaban, pues el cumpliento de todos sus caprichos se tornaba en una especie de adoración religiosa. Además, la historia del edificio convirtió las fiestas en montajes, puestas en escena donde el performance iba dirigido hacia la exaltación de la experiencia corpórea y que sólo se lograría con la música, las drogas y las personas indicadas. Aquella inclusión por la que luchó la música disco fue sustituida por una nueva segregación que ya no se basaba en las preferencias sexuales o el color de la piel, sino por algo tan subjetivo como la belleza, el glamour y el encanto.
Pareciera que los movimientos musicales que intentan lograr un cambio en la sociedad, cuando logran la cumbre de la popularidad, su ingreso al mainstream, están condenados en convertirse en aquello que juraron destruir. La comunidad afroamericana no ha dejado de usar la música como una trinchera de protesta ante los abusos de autoridad. Los homosexuales siguen saliendo a las calles exigiendo un trato equitativo, mostrando el goce de su cuerpo como mejor protesta para demostrar que también merecen ese derecho. El disco fue más que la imagen de una media luna con una cuchara que le ofrece cocaína: fue lucha, inclusión y descubrimiento.