Simplemente un vistazo a la portada de Standing at the Sky’s Edge evoca algo más que deseo por escuchar el resultado sonoro. Un juicio anticipado de momentos visuales en donde la oscuridad de un bosque puede cobijar sueños pigmentados de luz, un escenario psicodélico donde quizá la dualidad sea lo más evidente y complejo para descifrar al mismo tiempo.
La primera impresión que queda marcada es la de una ambientación aurea, los wahs y demás efectos de la guitarra de Richard Hawley toman la contraposición entre riffs sólidos que se desenvuelven en solos clásicos de rock y reverberaciones infinitas con toques de atonalidades orientales durante algunos segundos. Un cóctel de notas que viajan desde lo intrínseco de Quicksilver Messenger Service hasta lo más extravagante de Steven Wilson. Hay momentos de amor y de muerte, es una entrega pasional que expresa sentimientos de su vida en familia y reflejos inevitables de la urbe que lo envuelve.
A sus 45 años de edad, Hawley no está en experimentación de nuevos caminos en la música, ha viajado en giras desde los catorce años y ha sido parte de agrupaciones como Longpigs, Treebound Story y Pulp; ha presenciado la vida pasar desde un escenario, pero con las raíces siempre firmes en Sheffield, Inglaterra. Cada uno de sus seis álbumes de estudio como solista narra las historias de la ciudad que lo vio nacer, éste no fue la excepción.
Lo sombrío ha sido uno de los puntos más atractivos en sus composiciones. La vida de violencia y de miseria que envolvió la zona de Sky's Edge durante los años veinte, donde los grupos de robo y prostitución abundaban en exceso, son desarrolladas en la canción homónima del álbum. Comienza con un beat tranquilo, la guitarra en un inicio es contemplativa mientras que avanza poco a poco hasta llegar a la penumbra. El espectador se centra en un ambiente marcado por la desesperanza, callejones de peligro donde paso a paso se observan historias narradas por la voz pasiva de Hawley; se presentan percusiones urbanas, pero nada modifica la paciencia con la que nos lleva de un track al otro. Lo reflexivo del autor una de las características principales del disco.
La realidad actual del autor es inevitablemente su mayor influencia, haciendo de sus experiencias familiares un acontecimiento sonoro. En “Don’t Stare at the Sun”, el paseo con sus hijos para jugar con un papalote se ve retratado en secuencias psicodélicas; mientras se crea en el escucha la sensación de hablar de temas trascendentales. Sin embargo, los momentos más altos de Standing at the Sky’s Edge son en los que Hawley expresa la pasión que siente por su esposa, ya que el verdadero enlace del álbum son las canciones de amor.
En la canción inicial la describe como lo más importante de su vida, a través de una ambientación etérea, y es que el lado sincero y sentimental es lo que mejor sabe expresar. “Seek It” es el punto más puro del disco, desde la falta de efectos y guitarras cargadas, hasta la sonrisa que puede escucharse en su voz en líneas como “I had my fortune told and it said that I would meet somebody with green eyes, yours are blue/ I’m so blinded by love”; una balada digna de ser el estandarte de los enamorados.
Con un arreglo armónico, que bien podría ser parte de una canción de los Arctic Monkeys o hasta de los Black Keys, “Down In The Woods” es una melodía que golpea en la cara, y junto a “Leave Your Body Behind You”, hace de éste un álbum difícil de olvidar. En ambos casos, la yuxtaposición de elementos fuertes y ornamentos musicales, encierran la voz de Richard Hawley en una nébula de guitarras heroicas con sensaciones inspiradoras de infinitud.
Los tonos azules, verdes y amarillos de la portada del álbum dejan de ser un simple atractivo visual para convertirse en una declaración del sonido de Standing at the Sky’s Edge; donde no solamente las melodías se entrelazan unas con otras durante sus nueve composiciones, sino que las emociones del autor y cada minuto de su vida se imprimen de manera exitosa. No es un álbum cíclico ni temático, es la visión de un grande de la música, mientras camina por su propia realidad sentimental y circunstancial. Probablemente la interpretación obvia del título sea la de la relación directa con la locación en Inglaterra y la canción que narra su existencia; sin embargo, tal vez sea el mismo Hawley el que contempla su vida al lado de quienes ama y se ha encontrado a sí mismo parado al borde del cielo.