Texto por: Luis Fridman
Entre las muchas versiones de la mitológica leyenda de Hércules se encuentra una en la que, tras perder su inmortalidad y título de dios, el personaje debe realizar una serie de tareas de alta dificultad con el fin de ganarse su lugar en el Olimpo.
¿Por qué su padre, el todopoderoso Zeus, no le entregó su lugar de vuelta inmediatamente, teniendo la capacidad de hacerlo? Zeus quería que su hijo se ganara un lugar entre los grandes, convirtiéndose no solo en un dios, sino en un héroe.
Si a estas alturas siguen leyendo esto y no entienden la relación entre la imagen y el texto es porque a eso voy, porque para la selección mexicana hoy existe un solo Olimpo, y se llama Quinto Partido (así, con mayúsculas).
Durante más de dos décadas ese ha sido el anhelado sueño: los cuartos de final de una Copa del Mundo. 6 veces seguidas México se ha cruzado con un monstruo, de diferentes tamaños y formas, que le cierra la puerta al terreno de las deidades.
Muchos deseaban (deseábamos, me incluyo) que para Rusia 2018 el Tri se encontrara con un camino accesible, un grupo con posibilidad de ser líder y/o un cruce en octavos de final ante un rival relativamente superable.
El sorteo de la justa y el destino tenían otros planes: La Hidra de Lerna (mejor conocida como Alemania), el León de Nemea (A.K.A Zlatan Ibrahimovic y sus hombres) y los Pájaros del Estínfalo (Corea del Sur) plantaron a nuestro Hércules ante uno de los escenarios más complicados posibles. Encima, para capturar a Cerbero y sacarlo de los infiernos, en la última tarea requerida, deberá enfrentarse al demonio más grande, ese que viste de amarillo y verde y “juega bonito”.
Pero como Zeus quiso con su hijo, no se trata de entrar caminando al Olimpo, sino de hacerlo con el merecido título de héroe. México no llegará al quinto partido el día que los astros se alineen a su favor, lo hará el día en que demuestre merecerlo, a pesar de que se alineen en contra.
Eso, puede ser en Rusia…
Luis en Twitter @hombredelfrid