Fotos por Francisco Flores
Después de un día lleno de bandas aceleradas, de sol, de caminar de escenario a escenario, de que un australiano nos pichara las chelas; después de todo eso, el Corona Light se convirtió en un oasis dentro del festival.
Había una extraña tensión antes de que saliera Sigur Rós, el público presente estaba a la expectativa, hasta que empezaron a escucharse gritos para que la gente se sentara; tal vez hubiera sido increíble que todos se fueran al piso como si estuvieran en una comuna hippie, pero eso no pasó. Abrieron con “Yfirborð”, del nuevo Kveikur, del que tocaron cuatro canciones más. Durante cada ejecución la tranquilidad crecía - no podía creer que hubiera tanta gente ahí cuando al mismo tiempo estaban tocando los Arctic Monkeys, que iban más con el mood del festival - pero al mismo tiempo era como si todos los presentes hubieran elegido irse a meter a un trance espiritual, cosa que a veces es necesaria.
Lo más emocionante fue cuando tocaron “Hoppípolla” y cuando cerraron con “Popplagið”. Su música es absolutamente encantadora y cautivadora y el hecho de que todo sea en islandés le da un toque de misterio y es raro intentar cantar sus canciones, más bien la gente intenta imitar sonidos. Los espectadores ovacionaron constantemente a Jónsi, y los visuales adornaron perfectamente el concierto. 14 canciones se echaron, 14 piezas que sonorizan un sueño repleto de paz.