Fotos por Aline Terrein
Otro cartel por demás extraño que se da cita en nuestra ciudad, dado que los actos involucrados cuentan con trayectorias breves en el mundo de la música. Estas tres bandas, completamente ajenas al perfil de Raw Power, cuentan, sin embargo con una vitalidad y guiños sonoros a la distorsión y la potencia de las bandas que son nuestro sello.
Dicho de otro modo, las tres son una fresada total si los comparamos con cualquiera del repertorio del programa, pero en el fondo asoman la garra a punta de distorsiones que brotan aquí y allá sin sobrar, sin estorbar.
Los locales Little Ethiopia, un dueto armado con sampler, sinte y guitarra, subieron a las tablas del recinto, luciendo los mejores movimientos histriónicos que YouTube les ha enseñado (nada que pueda aprenderse hoy en el canal de telenovelas MTV) soportando un audio terrible (no era su culpa), mientras mandaban canciones tristemente difusas, eso sí, preprogramadas con todas las ganas y un olfato musical muy respetable, considerando su inexperiencia patente.
A continuación, los británicos Summer Camp en alineación de trío (aún no se confirma que el baterista sea ya un integrante fijo) presentaron una colección de canciones tomadas de su EP debut (Youth, 2010) y su primer álbum (Welcome to Condale, 2011) con sorpresivos y contundentes ataques de distorsión, una interesante colección de programaciones, una ejecución tamborística rotunda y la voz country de su cantante Elizabeth, que en varios momentos recuerda a los indie-poppers noventeros de Irlanda, los Texas. Una tristeza es que el acto en vivo perdiera por completo el eco y la resonancia estilo Phil Spector que retumba en sus discos, pero la potencia de la voz de la chica compensa el hueco.
Tras un nutrido y emotivo encore (en el cual la cantante tuvo el encanto de bajar del pedestal para hacerse apapachar por el público), el combo dejó sitio para los estelares, quienes poco hicieron esperar al respetable.
El que en tres discos se conoce como School of Seven Bells, el dúo neoyorquino de Alejandra y Benjamin, llegó al local de Lago Andrómaco y Moliere, en compañía de una tecladista y un baterista, todos con destreza musical a prueba de balas. Los movimientos correctos, la actitud humilde y entregada (con todo y que no era su primera vez en un escenario capitalino), los sonidos adecuados y una colección de temas complaciente y blanda.
Todo bien, todo bonito y en su lugar, pero con algo en su propuesta que no acaba de emocionar.
Sería posiblemente la breve concurrencia, los sentidos actos de sus teloneros o algún problema técnico interno de esos que el público nunca se percata hasta que ve al artista energúmeno peleando con sus técnicos… lo que sea, pero esta banda se disfruta mejor en MP3.
Resumiendo, parece que la noche fue de los británicos, y contra todo pronóstico, me atrevo a augurarles un futuro promisorio, al menos en cuanto a la interacción con la audiencia de nuestra ciudad, sea o no del club de la potencia teenager, el Raw Power. Después de todo, el campamento de verano ya está a la vuelta de la esquina…