Julio César, Edgar Allan Poe, Charles Dickens, Pitágoras, Lenin, Ian Curtis: todos estos personajes tienen en común haber sufrido una enfermedad; todos ellos sufrieron epilepsia. En el caso de personajes históricos, este padecimiento cuando menos es anecdótico; en otros casos, como el de Ian Curtis, parece ser el motor de su talento. ¿Pero qué pasa con las personas comunes que tienen la misma enfermedad y muy probablemente no aparezcan en los libros de historia cuando mueran?
En Electricidad (Sexto Piso-UNAM, 2008) Ray Robinson nos presenta a Lily O’Connor, una mujer cuya vida gira alrededor de la epilepsia, esa condición eléctrica de su cerebro que le provoca constantes ataques. Sus relación con el mundo, su pasado, la búsqueda de un futuro habitable y su presente (las convulsiones que siempre están al acecho) están determinados por esa enfermedad que le ha acompañado desde siempre. Lily, sin embargo, es una chica eléctrica; difícil no quedar encantado con un personaje tan vigoroso y que parece contagiar a todo el que se le acerque (los otros personajes, los lectores de la novela) una descarga de alto voltaje.
Ray Robinson (North Yorkshire, 1971) nos entrega en su primera novela una historia intrépida y furiosa, con un prosa emparentada a los momentos más catatónicos de Joy Division. Desde las primeras páginas, desprenderse de Electricidad es tan difícil como desprenderse de esas maquinas que dar toques. En una de las mejores escenas de la novela (y sin duda, una de las más representativas), Lily entra al baño de un antro, luego de haber bailado hasta morir, y percibe que está al borde de una convulsión. Una mujer le pregunta “¿Qué te metiste?”. Lily se ríe y le responde: “Electricidad”.
Electricidad de Ray Robinson bien podría traer un cintillo de advertencia que diga “Precaución: Alto voltaje”. Sin embargo, vale la pena leer la historia de Lily, esa chica que bien pudo haber inspirado “She’s Lost Control”.
Robinson, Ray, Electricidad, Ciudad de México, Sexto Piso-UNAM, 2008, 351 p.p.