Desde la llegada se puede respirar un ambiente distinto, se sabe que no es una jornada normal. El Estadio Azul abre las puertas al juego más importante de la temporada. Siempre se usan esos clichés de que no importa cómo llegue cada equipo porque al final en un clásico las cosas suelen emparejarse. Claro que importa el andar de cada escuadra y eso se siente en las pulsaciones de la afición. Mientras los arrogantes aficionados de las Águilas llegan con el pecho erguido y la frente en alto, la afición Celeste se aproxima cautelosa y sin tanto alarido. Pero al final esos malditos clichés tendrían la razón una vez más.
Un Cruz Azul - América podría ser el duelo con más historia que puede tener el fútbol mexicano: es el único enfrentamiento que se ha repetido en tres finales. Y eso no es poca cosa en una liga donde la inconsistencia reina fecha tras fecha.
El recinto de la Colonia Nochebuena se asemeja a un cráter, que por lo regular se encuentra a temperatura ambiente, pero cuando se trata de un partido así hace erupción. En la grada la balanza luce pareja, ligeramente inclinada a favor del local; durante el juego, el americanismo se iría diluyendo hasta pasar desapercibido.
La misma aversión entre hinchadas es palpable en el campo. Para varios jugadores hay espinas clavadas que se quieren sacar, sobre todo por parte de los azules. Para Pavone, Barrera y Joao fue una de esas tardes donde lograron exorcizar las criticas. Una más les falta por borrar, la de la inconsistencia.
Un cuatro a cero marcó otro capitulo memorable en esta gran rivalidad. Al finalizar, Antonio Mohamed aclararía que una derrota así cala duro en el orgullo. Para La Maquina es un punto de inflexión que debe ser revitalizado para darle un giro a la mediocre temporada que está realizando. De entrada, han resucitado. Ahora, todo es posible.
Jacobo Frontana
@jac_frontana